La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica 'Rosa Chumbe'

Dos mujeres y un destino

En medio de esa avalancha incesante de cine repetitivo y encapsulado que inunda diariamente nuestras pantallas consuela descubrir, aunque sea de forma ocasional, que también sigue existiendo otro cine, el que no le da la espalda a la realidad, el que encara conflictos colectivos, morales, psicológicos y/o políticos sin hurtarnos nunca su complejidad, un cine, en resumidas cuentas, que apela directamente a la sensibilidad del espectador como sujeto activo e inteligente y que desdeña por tanto cualquier opción que pase por la descomposición sistemática de estos valores.

Por eso, la posibilidad que nos brindan cada año citas cinematográficas como las del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, Miradas Doc, el Festivalito, Tenerife Short, el Monopol o Ibértigo -y en eso se queda el recuento- de familiarizarnos regularmente con ese cine supone un aliento importante para las legítimas aspiraciones de un importante sector de la cinefilia vernácula que, en cantidades importantes, ha desertado ya de la oferta cada vez más banal e indigesta del mercado del mainstream.

La pertinencia de esta reflexión, absolutamente oportuna por otra parte ante el triste panorama general de la exhibición cinematográfica en nuestro país, adquiere todo su significado con películas como Rosa Chumbe (2015), que hoy se estrena dentro de la décimoquinta edición de la Muestra de Cine Iberoamericano, pues se trata, como la mayoría de los filmes que han desfilado estos días por la Casa Colón, de un trabajo innovador, con una hechura poco común en el cine de nuestros días, trasgresor, desconcertante, áspero, silencioso e inclemente, sobre todo en su manera de exponer la desoladora imagen de sus dos mujeres protagonistas, bebiendo, además, de algunas fuentes del mejor cine europeo de todos los tiempos (los franceses Robert Bresson y Jean-Pierre Melville o el finlandés Ari Kaurismäki?).

Se trata de la opera prima de Jonathan Relayze, un joven cineasta peruano curtido en la publicidad y en los cineclubs más activos de su Lima natal, cuyo extraordinario olfato visual y cuyos sólidos conocimientos de la obra de algunos de los directores más influyentes de la historia, quedan visiblemente patentes, plano a plano, en este extraordinario ejercicio de dirección que, sin duda, presagia un espléndido futuro profesional para su autor. La película, protagonizada por Liliana Trujillo y Cindy Díaz, dos actrices formidables, narra la monótona y amarga vida diaria de Rosa, una veterana agente de la policía gubernativa que sobrevive en un sucio y casposo apartamento junto a su hija Sheila y su nieto, intentando cada noche aliviar su calvario cotidiano con la compañía constante de una botella de ron.

Las relaciones de Rosa con su hija no son todo lo estables que debieran para mantener una convivencia pacífica y una mañana, tras despertarse somnolienta y aturdida por los litros de alcohol ingeridos la noche anterior, descubre que Sheila les ha abandonado. Es a partir de entonces, al volver a recuperar repentinamente su instinto materno, cuando le encuentra un nuevo sentido a la vida, pero la desgracia seguirá cebándose sobre ella, aunque esta vez habrá de encarar sus desdichas junto a su pequeño y risueño nieto. No quiero hacer spoiler relatando aquí el desenlace del drama de Rosa, pero sí dejar constancia del extraordinario oficio que ha demostrado Relayze al afrontar la larga, densa y agónica secuencia final con un pulso narrativo y una entereza dignos de cualquier maestro consagrado y aportando una inesperada pincelada de realismo mágico que sorprenderá, sin duda, a tirios y a troyanos.

Compartir el artículo

stats