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Educación

El reto de la dislexia

La familias de niños con dislexia reclaman una detección e intervención más temprana para evitar su fracaso escolar y favorecer su autoestima

La escolar V. del Carmen, de 9 años, muestra un dibujo. TONY HERNÁNDEZ

Irene Pérez, de 39 años y residente en la capital grancanaria, se asustó cuando su hija, por entonces de 6 años, volvió del colegio donde asistía a primer curso de educación primaria con un dibujo firmado con su nombre escrito al revés, como en el reflejo de un espejo.

"Desde los 4 años notamos que algo no andaba bien e iba por detrás de sus compañeros de infantil, por ejemplo, no se aprendía el orden de los números, pronunciaba mal las palabras largas y presentaba muchas manías por nervios, pero la maestra del colegio público dice que tiene autismo porque la niña suele utilizar el lápiz negro, aunque no dispone de medios para una valoración, la logopeda de la zona no atiende a niños tan pequeños y tienen mucha gente peor", recuerda la vecina de La Isleta. "Era la defensora número uno de la educación pública, de siempre, pero no había ningún avance y no me gustó la atención, así que al curso siguiente cambié la niña a un colegio privado concertado".

A pesar de que en el nuevo centro empezaron con estudios, con sospechas de trastorno por déficit de atención (TDA), los problemas se agravaron ya que no se integraba con los compañeros, sino que se aislaba, "los demás niños empezaban a leer y se reían de ella porque no sabía, no tenía amigos porque era incapaz de acercarse por miedo al rechazo, evidencia de una baja autoestima". En paralelo a las pruebas del colegio, Irene Pérez comenzó un periplo por consultas de pediatra, foniatra, logopeda y psicólogo, profesional que advirtió un "problema de lectoescritura" asociado a un déficit de atención.

"Hay momentos en que pierdo los nervios, porque aprende a sumar y se olvida al día siguiente, te sientes impotente, no sabes cómo actuar pero ayudas constantemente, no es culpa suya pero se siente frustradísima, hemos luchado tanto por levantar la autoestima que me he visto bailando por el pasillo de casa porque había leído bien una frase entera", confiesa la madre. Hasta el primer curso de primaria, cuando escribió su nombre como la palabra ambulancia sobre la parte delantera de los vehículos de emergencias, los diversos estudios no concluyeron con una sospecha de dislexia, término resultante de la unión de los vocablos griegos anomalía y lenguaje se empleado para definir un patrón de dificultades del aprendizaje que se caracteriza por problemas con el reconocimiento de las palabras en forma precisa o fluida, el deletreo incorrecto y la escasa capacidad ortográfica.

"No solo es la confusión entre derecha e izquierda o el cambio del orden de las sílabas, como piensa la gente, sino todo un mundo, un montón de cosas, porque afecta a la psicomotricidad, la orientación espacial o la memoria a corto plazo, de hecho, dice que es como Dory, de la película Buscando a Nemo", explica Irene Pérez antes de que su hija, V. del Carmen, puntualice que el personaje cruzó el océano "preguntando dos veces a todo el mundo". Efectivamente, la dislexia dificulta el aprendizaje de la lectoescritura, pero no implica deficiencias intelectuales y se acompaña de habilidades superiores a la media en otras áreas como las ciencias o las artes.

Según su madre, "es buena en matemáticas, pero necesita ayuda del profesor para comprender el enunciado del problema, y le gusta pintar, por ejemplo, se nos murió un pajarillo y lo reflejó en una pizarra con los dibujo del pájaro volando y ella llorando, tiene una empatía espectacular, es una niña muy sensible". Y su hija, ahora con 9 años, añade: "Me cuesta leer y escribir, para las compañeras es fácil y la que se sienta al lado es la más lista de mi clase, pero me gusta la clase de educación física, jugar en el parque con mis amigas y pintar".

Con la propuesta de dislexia y disgrafía en tercero de primaria, con 8 años, V. del Carmen comienza a integrarse con los compañeros después de que Irene contactara con sus madres para explicar la dificultad específica de aprendizaje y solicitar que trasladaran la información a sus hijos. "Los niños entendieron y se acabaron las burlas, por completo, ahora ayudan y todo funciona mejor".

Desde segundo de primaria la niña acude a una clase de apoyo de pedagogía terapéutica en horario lectivo, pero "necesita ayuda extraescolar, pero los padres no somos maestros y tampoco hay becas, por lo que el refuerzo en gabinetes privados corre por tu cuenta y hablamos de mucho dinero", lamenta la isletera. Según Irene Pérez, "tiene una propuesta de dislexia, aunque bastante importante y avanzada, porque en el colegio trabajan con ella todos los días desde los cinco años y no ha llegado a ese desfase de dos cursos marcado en la ley, pero en un centro público no te ponen esa ayuda hasta que no se diagnostica, a los 8 años, hay que actuar antes".

También María Jesús Gallego, licenciada en Psicopedagogía y profesora asociada de la Facultad de Ciencias de Educación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), apuesta por "no esperar a un desfase curricular de dos años para diagnosticar la dislexia, aunque se necesiten dos cursos para ello, conviene prevenir, ser proactivos, porque con la saturación de alumnos en los centros para evaluar puede pasar otro año más y ya se empieza a intervenir con cuatro cursos de desfase, casi te comes toda la etapa primaria". Además, la dislexia, con origen en un retraso en el desarrollo neurológico, no desaparece a lo largo de toda la vida y presenta un carácter persistente, de resistencia al tratamiento, por lo que la intervención requiere más tiempo que otros tipos de trastornos para conseguir resultados.

A juicio de la psicopedagoga de la ULPGC, "dentro de las dificultades de la lectoescritura es la más grave, porque la reeducación es muy dura y larga, y mayoritaria, del 5 al 10% de la población y alrededor de 800.000 escolares en España". En el Archipiélago la prevalencia se sitúa en el 3,2%, un dato inferior al dato esperado debido a que la identificación sistemática de las dislexias se inició en 2010 al publicarse entonces la normativa autonómica con las condiciones para su diagnóstico, argumenta Ceferino Artiles Hernández, inspector de la Consejería de Educación y Universidades del Gobierno de Canarias, antes de detallar que la dificultad específica del aprendizaje perjudica a dos y tres varones por cada niña afectada.

Aunque María Jesús Gallego considera que "la educación especial en las Islas es muy puntera, comparado con el resto de comunidades autónomas", desde la Asociación Canaria de la Dislexia (Dislecan) aprovecharon la celebración de unas jornadas a principios de octubre en Tenerife, isla sede de un colectivo sin estructura en Gran Canaria, para matizar que resta trasladar los avances teóricos al desarrollo práctico, al denunciar que solo se diagnostica el trastorno al 0,2% de los escolares en el Archipiélago. Sin embargo, el experto en dificultades de aprendizaje y altas capacidades intelectuales recuerda el convenio de colaboración firmado a mediados de octubre entre la Consejería de Educación y Dislecan para la identificación y atención del alumnado con dificultades específicas de aprendizaje, además de la proposición no de ley presentada en julio ante el Parlamento de Canarias por el colectivo fundado durante 2015 para solicitar la intervención temprana y mejorar la respuesta en los centros educativos.

También apunta Ceferino Artiles la guía de detección temprana ofrecida en la web de Educación, el programa específico de intervención en niños de 5 a 8 años Predea o el estreno este curso de la iniciativa Impulsa para actuar con prontitud en la mejora de la lectura, escritura, cálculo y lenguaje oral en niños de 4 a 8 años. Además, la Universidad de La Laguna y la Consejería de Educación aplicaron el pasado curso con resultados positivos el programa modelo de respuesta a la intervención temprana (RTL, por sus siglas en inglés) en 120 centros de todas las islas con alrededor de 8.000 estudiantes.

"El problema general de los centros son los medios, tienen muchos niños y poco tiempo, los profesores están agobiados con las tareas administrativas exigidas por el Ministerio y no pueden atender a los niños con dificultades en condiciones, la normativa no se aplica porque no hay recursos", subraya la madre de otro niño de 12 años con dislexia, alumno de primero de enseñanza secundaria obligatoria en un centro concertado, antes de reclamar a las administraciones públicas "flexibilidad en las adaptaciones metodológicas" ante la rigidez del sistema. También vecina de la capital grancanaria, relata otro calvario de visitas al colegio y consultas privadas durante seis años antes de lograr, a través de Dislecan, un informe de la ULPGC que concluyó que su hijo presenta dislexia y disgrafía, por lo que el centro educativo adaptó la metodología a su hijo y facilitó un docente experto en necesidades específicas de apoyo.

"Después de muchos años dando palos de ciego, conseguimos el informe amplísimo del máximo nivel académico existente en Canarias, con la paradoja de que no vale para nada, porque hasta que no suspenda dos cursos no tenemos derecho legal, aunque el colegio se está portando muy bien, dejan que fracasen para diagnosticar y empezar a ayudar cuando debería ser al revés, me parece una barbaridad", valora su padre antes de apuntar que su hijo presenta un 114 cociente intelectual, por encima de la media, un vocabulario y expresión excelentes junto a otras habilidades como la práctica de deportes y las relaciones sociales. A su lado, el estudiante añade: "No me siento diferente, pero me cuesta más los idiomas, antes me costaba más leer y escribir, por ejemplo, en primaria podía hacer un dictado con no sé cuantos fallos y ahora solo con trece, pero no me siento mal porque luego llegan los exámenes y saco un ocho y ellos un seis (risas), además les adelanto en mates y educación física), casi siempre me cambian de profesoras particulares (inglés, alemán y psicopedagoga), pero no estoy preocupado". Optimismo de 12 años ante el reto de la dislexia.

Un trato diferente en el aula

  • El profesorado deberá cumplir, de acuerdo a la normativa autonómica vigente, ciertos criterios metodológicos con los niños disléxicos como sentar al alumno cerca del docente y lejos de motivos de distracción; reducir, fragmentar y supervisar las tareas de clase y casa, además de usar siempre la agenda de deberes; combinar las actividades más motivadoras con las menos; utilizar refuerzos visuales en la instrucción escrita, que deben simplificar y subrayar, además de escribir en un folio o en la pizarra los trabajos solicitados; verificar que comprende lo expuesto por el profesorado o espaciar las instrucciones de trabajo para no superponer consignas. También deben mantenerse las rutinas del aula, evitar la exposición de sus carencias ante el resto de compañeros para no deteriorar su autoestima; estudiar con el escolar el vocabulario nuevo; posibilitar el uso de ordenador o la grabadora en clase para sus trabajos; proporcionar un tiempo extra para realizar las actividades y ampliar las pausas orales para facilitar sus apuntes o emplear guías de tareas que impliquen una secuencia de acciones.

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