Blindados británicos en la calle Triana. Un bombardeo de la Royal Air Force (RAF) sobre el Puerto de La Luz. Un mapa, varios militares alrededor, un cuartel de Escocia y tres puntos de la geografía insular señalados: las Dunas de Maspalomas, Gando y La Luz. Esas imágenes y algunas más, que en conjunto dan forma a un auténtico ejercicio de historia-ficción -como si la Union Jack, la bandera del Reino Unido, ondeara desde 1941 sobre Gran Canaria-, se pueden observar desde ayer en la exhibición fotográfica Operación Pilgrim, una exposición que juega -y plantea qué habría sucedido- con los planes británicos para invadir la Isla en una acción militar durante la Segunda Guerra Mundial.

La muestra, expuesta en el interior del edificio administrativo anexo a la Casa Palacio del Cabildo, toma como punto de partida un temor británico durante el conflicto: la posible pérdida del Peñón de Gibraltar a manos del III Reich comandado por Adolf Hitler. El miedo en las filas anglosajonas, entonces, no era absurdo. En 1941, sir Samuel Hore -embajador en Madrid- informó a Londres que la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial -alentada por la germanofilia del ministro Serrano Suñer- era inminente. Ante ese aviso, pese a los sobornos ingleses entre las altas esferas del franquismo para mantener al país como neutral y al margen en el conflicto, el imperio inglés puso en marcha un plan para invadir Canarias: la Operación Pilgrim.

Se movilizaron 24.000 soldados, que fueron acuartelados en Inveraray (Escocia), a la espera de la primera orden: atacar el Puerto de La Luz (Las Palmas de Gran Canaria) con el concurso de dos brigadas de infantería británicas, (una de las cuales podría pertenecer a la Marina Real), y de una batería pesada y otra de campaña. Desde el mar, la operación sería apoyada por uno o dos cruceros que protegerían el desembarco, al tiempo que un portaaviones garantizaría la cobertura aérea hasta que se hubieran hecho fuertes las tropas de asalto. Un mínimo de cuatro mercantes y otras unidades menores tendrían que desplazarse para servir de almacenes y depósitos flotantes de víveres, batallones de asalto y municiones necesarias para hacer efectiva la maniobra.

En 1941, Las Palmas de Gran Canaria contaba con infraestructuras militares renovadas por Alemania: doce baterías defensivas distribuidas por su litoral y a las que se encomendó la defensa del Puerto, La Isleta y a un posible desembarco por la playa de Las Canteras. Dentro del entramado urbano se repartían diversas instalaciones, acuartelamientos y búnkeres de menor entidad, así como artillería de campaña, numerosa guarnición militar y personal de tropa diezmado por la Guerra Civil. Para toda Canarias se contaba con un personal de tropa de 36.000 personas, con escasa formación militar y limitada dotación material.

En la década de 1940, Gran Canaria ya contaba con el aeródromo de Gando, como parte de la herencia de la Guerra Civil Española. Su población ascendía a 280.000 habitantes, de los cuales alrededor de 120.000 residían en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, único motor industrial de la Isla cuya economía gravitaba principalmente de la agricultura, lo que hacía que su territorio, además de los espacios urbanos, se articulara en explotaciones y asentamientos rurales.

En ese escenario, fue la Foreign Office -ministerio de Exteriores británico-, con su titular -Anthony Eden- al frente, quien rebajó las aspiraciones de un grupo de militares ingleses sobre Canarias. Ni siquiera la ambigüedad de Franco, capaz primero de firmar un acuerdo de préstamo con Reino Unido y de enviar luego a la División Azul para combatir junto a las tropas nazis en el intento de invasión sobre la URSS, animó a Winston Churchill -primer ministro inglés- a dar el paso y poner en marcha la Operación Pilgrim, un plan que, desde que se ideó hasta que fue descartado, sufrió numerosas modificaciones.

Norte de África

Fue la posibilidad de perder el control de Gibraltar -operación Félix-, la que puso a Canarias en el punto de mira británico. En un primer momento, la captura de las Islas se consideró una tarea sencilla. Sin embargo, la revisión del proyecto puso de manifiesto importantes carencias: serían necesarias más fuerzas de las inicialmente previstas y llevaría más tiempo que el estimado en la primera planificación. Además, una vez ocupadas, y desde su posición estratégica, no sería posible el control del Estrecho y el Puerto de La Luz quedaría desprotegido ante un ataque aéreo. Todas estas circunstancias desaconsejaron al gobierno de Churchill ejecutar la operación y dieron paso al plan B: la Operación Torch, que daba prioridad a la ocupación del norte de África.

Con ese relato juega la exposición Operación Pilgrim, un ejemplo de historia contrafactual -historia alternativa- que se ha levantado a partir de la mezcla de dos archivos fundamentales: el de la Fedac y el fondo del Imperial War Museum, que recoge las operaciones de las tropas británicas durante la II Guerra Mundial.

La exposición, abierta hasta el 17 de noviembre, va ligada a las II Jornadas de Arqueología del Conflicto -que arrancan hoy- y a visitas guiadas a la Batería de Taliarte (Telde).