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Derechos Humanos

Las venas siguen abiertas

La activista y víctima del conflicto colombiano Doris Valenzuela visita Gran Canaria con la protección temporal de Amnistia Internacional

Las venas siguen abiertas

"El narcotráfico es la columna vertebral de todo, tanto de la guerrilla de las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], como del ELN [Ejército de Liberación Nacional], los paramilitares gaitanistas, las bacrim [bandas criminales] o el Gobierno nacional, todos son lo mismo, detrás siempre está la droga y nuestros territorios, nos machacan siempre por la tierra", denuncia Doris Valenzuela (Buenaventura, Valle del Cauca, 1979) víctima y activista del conflicto en el país sudamericano.

Residente en el extranjero desde 2016 junto a su marido y tres hijos gracias al programa de protección temporal de defensores de los derechos humanos de Amnistía Internacional, Doris Valenzuela visitó Gran Canaria para difundir la "impunidad total" existente en zonas de Colombia mediante diversos actos como las charlas en el proyecto Red de Escuelas, impulsado por la delegación grancanaria del movimiento humanitario. En su opinión, "el proceso de paz está cojeando de una pata, no por parte de las FARC sino del Gobierno, porque están incumpliendo tanto con los guerrilleros como con el pueblo de todas las maneras, el referéndum nunca se debió convocar, se sabía que iba a salir no, y tenían que haber previsto un plan b tras el tratado de paz en Cuba, ahora han llegado a un acuerdo de desarme, pero es mentira porque no entregaron todas las armas, aunque todos los espacios que dejaron las FARC los ocuparon los paramilitares y el ELN, que negocian otro tratado en Ecuador pero sigue matando en Colombia".

Presiones estadounidenses

Integrante del colectivo Conpaz (Comunidades Construyendo Paz en los Territorios) y líder del Espacio Humanitario Puente Nayero en Buenaventura, la activista afrodescendiente denuncia las presiones ejercidas por Estados Unidos para imponer el acuerdo de paz por intereses económicos. "Depositaron una fuerte cantidad de dinero con el acuerdo e que le entregaran tierras del Chocó y del Nariño, para que aprendan cómo se ejecutan megaconstrucciones, pero como la gente no se va, en octubre hubo dos masacres, aunque no tenemos pruebas concretas porque también fue asesinado el compañero de la mesa de víctimas al enterarse de asuntos que iba a divulgar, igual que el tráfico de agua en Buenaventura, que sacan del río Escalerete para exportar bloques de hielo a Estados Unidos, como la cocaína".

Aunque debió expatriarse por la defensa de los derechos humanos protagonizada desde 2013 en Puente Nayero, Doris Valenzuela sufre el conflicto desde principios del milenio, cuando las FARC expulsaron a la familia de sus tierras de cultivo para explotar yacimientos de oro. "Vinieron de noche a la casa, me sacaron y quemaron con todo adentro, intentaron violarme y asesinaron en mis brazos a mi hijo, tenía nueve meses, el 21 de septiembre del 2000, a las 22.10 horas, esas fechas no se olvidan", recuerda antes de sumar en la década actual la violación de una hija y la muerte de otro descendiente, de 16 años.

"No quiso ser reclutado y trabajar con los paramilitares, así que se lo llevaron a una casa de pique, donde hay hachas, machetes, motosierras y todo tipo de armas blancas, no sé cómo logró escapar de doce hombres, con diez puñaladas y cinco tiros en el cuerpo, pero alcancé a hablar con él en el hospital y me dijo que la intención era coger a mis cuatro hijos y mandarme sus cabezas en una bolsa con verduras, como hicieron con otra compañera, y una nota: 'Para que hagas un sancocho'. Me dijo quiénes eran, personas con las que nos criamos juntos, entre los asesinos de mi hijo está el marido de mi hermana, mi propio cuñado, pero no pasó nada".

Y aún así, la víctima y activista continuó con su defensa del Espacio Humanitario Puerto Nayero, "dos callecitas libres de actores armados" en un área codiciada para un proyecto urbanístico del frente marítimo, hasta que, finalmente, no pudo más. "El tope fueron los asesinatos de una familia completa dentro del espacio humanitario, de la peor manera, tuvimos que salir, porque mis dos hijos y yo fuimos testigos directos, la policía no me creyó y entregó mi número de teléfono a los paracos, que fueron hasta mi casa pero no me reconocieron, en este momento, cuesto 120 millones de pesos colombianos, algo así como 400.000 euros, ese es el precio que pusieron a mi cabeza y a toda mi familia".

Aceptada su petición de asilo por un estado miembro de la Unión Europea, Doris Valenzuela mantiene el sueño de regresar a una Colombia, realmente, en paz. "A pesar de todo, tanto en Buenaventura como en Colombia seguimos en la lucha, como siempre hacemos, con amor y respeto. La fuerza te la dan los propios niños reclutados o las niñas madres por una violación, que defiende a esos hijos como fieras mientras estudian y trabajan, esas son las cosas que te hacen despertar y luchar".

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