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Entrevista a Nacho Guerreros

"En temas de identidad sexual seguimos muy encorsetados, vivimos en la era del postureo"

"Lo normal para un actor es estar en el paro, así que ser del 8% que trabaja es una suerte", asegura el actor

Nacho Guerreros. LP / DLP

Nacho Guerreros participa en Juguetes rotos, un drama en el que el artista interpreta el papel protagonista. Bajo la batuta de Carolina Román, cuenta la historia de Mario, un varón que se cuestiona su identidad sexual en la Barcelona de los años setenta.

¿Cómo describiría usted el personaje de Mario?

Mario es un oficinista, un chico de pueblo con una familia antigua y un padre autoritario que se marcha a Barcelona a trabajar. Se crió en un ambiente poco propicio para cuestionarse su forma de ser. Por eso, cuando alcanza la edad adulta, es un hombre triste y solitario que no se siente a gusto con su cuerpo ni con su cabeza.

¿Cómo evolucionó este proyecto?

Pues empezó con una charla con Carolina Román, la directora de la obra. Yo le había pedido un monólogo para mí. Después, la historia fue evolucionando y llegó a lo que es hoy.

En ese proceso de evolución, entra en juego el actor Kike Guaza, el otro personaje.

Sí, es el gran cambio que tuvimos. Se pueden contar muchas historias con un monólogo, pero no ésta. Mario necesitaba del personaje de Guaza, Amorín. Es una mujer transexual que le descubre los cabarés de Barcelona.

Esos complejos por la identidad sexual, en parte, siguen vigentes hoy.

Desgraciadamente. Todo lo que se sale de la norma se sigue quedando al margen como un tema tabú. Seguimos con la muletilla de hacer las cosas como Dios manda: "Hay que casarse por la Iglesia, como Dios manda". ¿Pero qué tontería es ésa? Seguimos muy encorsetados porque vivimos en la era del postureo.

¿Han hecho daño las redes sociales a la hora de aceptarse a uno mismo?

Depende de cómo se usen. Si es para compartir tu trabajo y momentos divertidos con los amigos, vale. Pero digo lo de postureo porque tenemos la costumbre de proyectar una imagen muy distorsionada de nosotros mismos en redes. Siempre la sonrisa perfecta, el filtro más bonito. No nos atrevemos a hablar de nuestros problemas.

De todas formas, el personaje de Mario no vive en la época de las redes sociales.

No, la obra está ambientada en los años 60 y 70 de Barcelona. Pero las inseguridades son las mismas. Mario es incapaz de aceptarse a sí mismo, ni siquiera está seguro de su identidad sexual. Por eso, le resulta tan complicado que el resto del mundo lo haga.

¿ Juguetes rotos pretende ser una llamada a la reflexión?

Bueno, tampoco es eso. No queremos aleccionar a nadie. Lo que sí que creo es que esta historia era necesario que se contase. Nos hemos olvidado de muchas cosas, del respeto y la empatía con el otro, de la importancia de aceptarse a uno mismo. Y en esta obra destapamos todo eso.

¿Cómo es la puesta en escena de la obra?

Es una función muy bonita, sencilla y elegante. En los ensayos me sentía muy incómodo porque hay muchos silencios. Ahora veo su importancia. Vemos a Mario solo, en su casa, cuestionándose su identidad. La obra es un flash-back, el público descubre su infancia y adolescencia a partir de sus recuerdos.

Es un papel bastante diferente al de Coque, el personaje de La que se avecina . ¿Qué supuso esta serie?

Todo. Fue un salto monumental en mi carrera. Nunca pensé en hacer comedia y hoy vivo de ello. Lo normal para un actor es estar en el paro, así que pertenecer a ese 8% de gente que sí trabaja es una suerte. Puedo pagar mis impuestos, cotizar, mantener a mi familia. Hasta me he comprado un apartamento. Llevamos más de 140 capítulos y ya no me cuesta nada. Me pongo mi chaqueta y mi cresta y ya soy Coque.

Juguetes rotos se estrena a nivel nacional en el Palacio Valdés de Avilés. ¿Por qué?

Porque todo el mundo va a Avilés a estrenar sus obras. En el mundo del teatro la ciudad asturiana es una parada ineludible. Yo no he estado nunca, tenía la espinita clavada y por fin me la pude sacar. Y como quería que fuera una sorpresa, ni siquiera busqué fotos del escenario.

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