En el contexto actual de emergencia climática, buscar fórmulas que reduzcan la huella ecológica es vital para la supervivencia del planeta. Cómo convertir millones de toneladas de residuos en bioetanol, piensos, bioplásticos y antoxidantes, es el título del artículo publicado en la plataforma de divulgación científica The Conversation, por Zaida Ortega, investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en el que promueve el uso de los desechos como fuente de materias primas. «Las cosas que tiramos a la basura tienen un valor y un uso. El modelo de economía lineal actual, basado en extraer, fabricar, usar y desechar, contribuye a un consumo excesivo de recursos, un gran volumen de emisiones y a una generación de residuos también inasumible. Tenemos que tratar de aprovechar al máximo los recursos de los que disponemos», indica la profesora del Departamento de Ingeniería de Procesos, y miembro del grupo de investigación de Fabricación Integrada y Avanzada de la ULPGC, y advierte que «a este ritmo necesitaríamos casi tres planetas Tierra para satisfacer nuestras demandas».

En su artículo, la profesora Ortega pone en valor el papel de las biorrefinerías donde, a través de diferentes procesos de transformación de la materia prima -biomasa-, se genera bioenergía y un amplio abanico de bioproductos.

En este sentido, el grupo de Fabricación Integrada y Avanzada de la ULPGC, que dirige el catedrático Mario Monzón, tiene una amplia experiencia en aplicaciones industriales de las fibras naturales obtenidas a partir de residuos vegetales y biofabricación. Entre otros proyectos, lidera los referidos a la obtención de fibras de uso industrial de plataneras y especies invasoras tales como caña común, rabogato o ricino. «Trabajamos en la revalorización, sobre todo, de residuos de plataneras. En este sentido, tenemos dos líneas de investigación, la de las fibras de plataneras para la obtención de materiales, ya tenemos experiencia en transformar esos residuos en aditivos para piensos alimentarios; y ahora vamos a empezar con otro proyecto dirigido a obtener no sólo aditivos alimentarios sino bioplásticos, biomateriales a partir de residuos vegetales, plásticos biodegradables», apuntó Ortega.

La investigadora asegura que al año se generan en España unos 150 millones de toneladas de residuos orgánicos, a nivel doméstico e industrial, como los provenientes de la industria agroalimentaria, lo cual se traduce en «una potencial biomasa de enorme valor».

De ahí la importancia de las biorrefinerías para emplear estos residuos como materia prima vegetal o animal para la obtención de una gran variedad de productos finales, o de otras sustancias denominadas building blocks -bloques de construcción-. «Estos son como piezas que pueden unirse entre sí para obtener un amplio abanico de productos químicos que van desde moléculas simples a otras de gran complejidad. Algunas de estas moléculas son el furfural, el ácido levulínico o el xilitol. Estas son las biomoléculas más prometedoras para el desarrollo de la industria química verde, dada su versatilidad».

Como ejemplo de los productos que se pueden obtener a través de las biorrefinerías, utilizando los residuos como fuentes de materias primas, Zaida Ortega cita el bioetanol obtenido a partir de bagazo de caña de azúcar, que puede usarse como combustible, o en diferentes aplicaciones industriales. «El proceso se basa en utilizar los residuos vegetales generados en la obtención de azúcar de caña -se usan las partes más fibrosas de la planta-, y se digieren hasta obtener glucosa, que luego se fermenta para obtener etanol».

Alimentación

Otra aplicación, en la que la investigadora de la ULPGC tiene una amplia experiencia, es la generación de piensos e ingredientes funcionales para alimentación animal, mediante el uso de residuos alimentarios -frutas, verduras y productos lácteos- como materia prima. La obtención de bioplásticos para agricultura a partir de restos de vid y olivo, o residuos animales como lactosuero; y la producción de antioxidantes con fines alimentarios a partir de los restos del cultivo de la platanera, son otros de los ejemplos empleados por la profesora Zaida Ortega para poner en valor un cambio de tendencia en la actividad productiva que contribuya a reducir la huella ecológica.

La autora entiende que, dentro del concepto de la economía circular -reutilización, reparación, reciclaje o uso compartido-, el fomento de las biorrefinerías traerá consigo importantes ventajas como la creación de puestos de trabajo especializados, el apoyo a la economía rural y la creación de nuevos mercados.

Zaida Ortega destaca la posición de España respecto a otros países para abanderar el crecimiento verde y la bioeconomía mediante la implantación de biorrefinerías. «El manual sobre estas instalaciones en España señala las ventajas competitivas de las que disponemos para avanzar en este campo», y apunta como puntos fuertes citados en el informe, los conocimientos en varias disciplinas, el clima, la disponibilidad de suelo agrario, la tradición e importancia de la agricultura en la economía española y la variedad de biomasa disponible. En definitiva, defiende las biorrefinerías como una alternativa interesante desde el punto de vista medioambiental, económico y social. «Estas industrias permitirían transformar el modelo industrial hacia uno más sostenible, que siga los principios de la química verde y el uso eficiente de los recursos. El objetivo último es copiar a los sistemas naturales, en los que no existen desechos: el residuo de un organismo es el alimento de otro».