Cuando allá por el año 2000 el padre del pescador de Arguineguín Agustín Miranda adquirió el Nuevo Francisco Javier, nunca pensó que ese pequeño pesquero de 16,5 metros de eslora y 3,5 de manga por el que tanto luchó iba a dar tantas noticias negativas con el paso de los años.

Miranda recordaba con nostalgia hace ahora casi tres años cómo a principios de milenio su padre decidió endeudarse para cumplir su sueño. Más de 450.000 euros fue el coste de esta embarcación que poco después se tuvieron que deshacer de ella. "Lo tuvimos que vender porque no había pescado. Además, tenías que hacer frente al pago de la hipoteca, el gasoil, el seguro... y decidimos venderlo", decía Miranda a este periódico.

Esas declaraciones las hacía al conocer que su barco, el Nuevo Francisco Javier, había sido detenido por las autoridades marroquíes cuando supuestamente faenaba en una zona marítima protegida por la presencia de focas monjes, por lo que permaneció cinco días retenido en el puerto de Dakhla, antigua Villa Cisneros, en el Sahara Occidental.

En aquella ocasión, en pleno mes de junio de 2009, la Unión Europea, España y Marruecos mantuvieron negociaciones para que el pesquero fuera liberado, e hizo falta una fianza de 24.000 euros para que pudiera partir de nuevo con rumbo a Gran Canaria y con ello fueran liberados los siete tripulantes que viajaban en su interior.

Casi tres años después, el Nuevo Francisco Javier vuelve a ser noticia. En esta ocasión, por un hecho mucho más negativo que el de su detención. El hundimiento del barco en la costa mauritana se lleva consigo muchos recuerdos, sobre todo de la familia de Agustín Miranda. En el interior de esos 16,5 metros de eslora su familia celebró la comunión de sus dos hijos gemelos, Óliver y Juan, quienes disfrutaban del pesquero. "A uno de ellos me lo llevaba hasta Fuerteventura algunas veces de escondidas, porque le encantaba ir con nosotros", rememoraba Miranda. Ahora, todos esos recuerdos descansan en el fondo del mar.