Impresionado aún por la experiencia vivida que casi le cuesta la vida, un sargento del Parque de Bomberos de Alicante, José Ignacio Amat, de 43 años, se recuperaba ayer de las magulladuras y las lesiones sufridas en un tobillo en la avalancha que causó 9 muertos el jueves en el Mont Blanc y admitió sin ninguna duda que se ha salvado de milagro. «Iba pensando me muero, me muero..., mi mujer, mi hija», relataba ayer a este diario en una conversación telefónica desde el hospital francés de Sallanches, donde fue ingresado tras ser rescatado. Fueron unos segundos interminables en los que este especialista, responsable de las operaciones de rescate en vertical del Servicio de Prevención y Extinción de Incendios y Salvamento (Speis) de Alicante, reconoce que «solo esperaba el golpe de gracia, porque la avalancha me arrastró unos 250 metros en los que iba dando vueltas y vueltas por el aire y recibiendo muchos golpes.

José Ignacio Amat pertenece a la Escuela Valenciana de Alta Montaña y tras haber dado un curso de alpinismo se quedó unos días de vacaciones en los Alpes franceses con un amigo de Cuenca, que era su compañero de cordada para subir al Mont Blanc. Mientras que Amat sufrió rotura de peroné y ligamentos en un tobillo, su amigo solo sufrió magulladuras y no precisó ser hospitalizado. Ambos tuvieron la fortuna de no estar en la zona central del alud, porque les habría supuesto la muerte segura, como le ocurrió a los 9 alpinistas fallecidos, dos de ellos españoles.

El alud se produjo sobre las cinco y media de la madrugada «a 4.200 metros de altitud y con un viento fuerte», casi cinco horas después de que el bombero alicantino y su compañero iniciaran el ascenso por la conocida ruta de los «cuatromiles». Según José Ignacio, «no oímos la avalancha ni la vimos porque aún era de noche. Estábamos intentando buscar una ruta de acceso y de repente se produjo el alud». La sensación que tuvo fue «como si te atacara un toro por la espalda, o un camión, y no para de empujar. Iba dando vueltas y vueltas por el aire... Fueron muchos golpes y estoy vivo de milagro».

En el momento del siniestro el bombero alicantino se encontraba «a un lado de la avalancha y por ello hemos sobrevivido con mucha suerte». Según el montañero, la avalancha de nieve «tenía una anchura de 500 metros y nosotros íbamos un poco por fuera».

Al final, José Ignacio Amat no recibió el golpe de gracia que temía, sino que tuvo un golpe de suerte al quedar casi al borde de una caída de 1.500 metros en el Mont Blanc, de la que difícilmente habría sobrevivido.

Una vez pasó la avalancha de nieve, José Ignacio trató de ponerse en pie pero se caía por la lesión sufrida en una pierna. Su compañero de cordada también había sobrevivido y en los primeros momentos desconocían el efecto letal de la lengua de nieve, ya que la veintena de montañeros que subía al macizo del Mont Blanc no formaban parte de una expedición conjunta. «Pensamos que sólo éramos cinco, nosotros dos y tres ingleses», señaló Amat. Pronto descubrieron que no estaban solos. «Oímos quejidos y al final comprobamos que había más gente».

La operación de rescate estaba «bien organizada» porque tienen experiencia y la llamada de alerta la hicieron «llamando al 112, como en España». El problema añadido tras el alud, según el bombero, fue que «estábamos empapados de nieve y con una sensación térmica de quince grados bajo cero; nos cubrimos con una manta térmica y esperamos la llegada de los equipos de rescate».

Amat, que ingresó en 1997 en el Speis y desde hace dos años es sargento, guarda en su retina el panorama desolador que dejó la avalancha. «Estaban todos reventados, seguramente de la misma caída», recordaba ayer el herido alicantino, quien relató que algunos alpinistas estaban con el cuerpo cubierto de nieve hasta la cintura y otros enterrados a metro y medio.

El concejal de Seguridad Ciudadana de Alicante, Juan Seva, pudo hablar ayer tarde con el bombero herido para interesarse por su estado de salud y ofrecerle su apoyo. Amat estaba esperando a ser intervenido en el hospital francés y confiaba en poder ser repatriado a España el próximo lunes. Su hermano, que también es bombero, viajó ayer a Francia para acompañarle. Mientras, en Alicante le esperan su mujer y su hija de 5 años, así como sus compañeros de trabajo, los cuales destacaron que José Ignacio además de buen bombero es un montañero «experimentado».