Creo que fue casualidad. Sí, seguramente fue casualidad que mientras oía, con la convicción y la responsabilidad que le caracteriza, al consejero competente en materia de Seguridad comentar que nuevamente el incendio declarado días antes en la isla de La Gomera volvía a subir al nivel 2 del Plan establecido, yo estuviera leyendo a Fernand Braudel.

Un consejero respondiendo ante lo que ya se dibujaba con visos de tragedia ambiental y económica; y que terminó siendo también inseguro para las personas. Un consejero dando cuenta de un incendio en una isla de la Región Macaronésica, que albergaba la mejor muestra del bosque relicto del Terciario, donde viven más de veinte mil personas y que acoge dos Patrimonios de la Humanidad, el Parque Nacional de Garajonay y El Silbo. Eso en una isla; en una sola isla. Mientras, yo dejaba de leer al más brillante experto del Mediterráneo en tiempos de Felipe II, quién afirma que "la gran Historia a menudo pasa por las Islas". La gran Historia, y la gran Geografía, reflexioné; y cerré el libro. A partir de ese momento sólo podía pensar en ellos, en los Hombres de los Parques.

Ese fin de semana regresé al pasado. Volví al año 2001 cuando los conocí. Fue un periodo, como casi todos, complejo. Teníamos que afrontar una enorme responsabilidad, ante la que me sentía apabullada; pero al mismo tiempo me sentía enormemente fortalecida por la presencia y la maestría de quienes han sido las mentes rectoras de la gestión de la Naturaleza en la Segunda mitad del Siglo XX en Canarias: Isidoro Sánchez y José Miguel González; a los que sumo a Miguel Castroviejo. Había que poner en funcionamiento la Comisión Mixta de Gestión de Parques Nacionales, órgano compuesto por personas representantes del Ministerio de Medio Ambiente, y del Organismo Autónomo de Parques nacionales, y del Gobierno de Canarias, a la que se incorporaban los directores conservadores de los cuatro Parques Nacionales de Canarias: Ángel Fernández, del Garajonay; Ángel Palomares, de La Caldera de Taburiente; Aurelio Centellas, entonces responsable del Parque Nacional de Timanfaya y Manolo Durbán del Parque Nacional del Teide. Era la consecuencia de las primeras resoluciones judiciales que venían a reconocer que, a pesar de ser declarados por Ley Orgánica de Las Cortes Generales, en los Parques Nacionales también tenían responsabilidades de gestión las Comunidades Autónomas.

Aquella fue una experiencia ejemplar de trabajo; de búsqueda de consensos; de abrir puertas a una gestión compleja, complejísima, como es la de Los Parques Nacionales. Pero sobre todo fue una experiencia de aprendizaje y de conocimiento mutuo, de construcción de espacios de confianza para el trabajo riguroso de gestión de los Parques. Bajo la dirección ministerial de Jaume Matas, de Elvira Rodríguez y de Cristina Narbona la Comisión Mixta, invariable en su parte canaria y cambiante en función de la rotación política en el Ministerio, siempre mantuvo el mismo carácter: trabajo alternativo entre Canarias y Madrid; rigor y seriedad por parte de los Hombres de los Parques; con aplomo por parte de los senior y con entusiasmo por parte de los júnior.

Siempre hubo tres premisas presentes en la mesa de trabajo: la coordinación con las autoridades locales y las zonas periféricas de protección; la gestión de la biodiversidad y el control de especies invasoras y la gestión forestal como arma para la prevención de incendios, así como la disposición de los medios adecuados.

Han pasado más de diez años; pero antes, y especialmente durante estos diez años, permanentemente, he oído hablar (para quién haya querido escucharlos) a los Hombres de los Parques de la necesidad de gestionar la Naturaleza; de oír, y escuchar, a las poblaciones del entorno; de que los incendios se apagan en invierno; de la recomendación de una adecuada política de corrección hidrológico forestal; de los usos y aprovechamientos en los Espacios Naturales Protegidos; de la convicción acerca de que los incendios se sofocan desde tierra; del beneficio de mantener limpias las pistas forestales; de la necesidad de contar con recursos humanos competentes y capaces. Y de los medios aéreos; los necesarios y adecuados medios aéreos.

Era evidente: somos ocho islas habitadas, por cierto una de ellas Patrimonio del Estado, e incorporada a la Gestión del Organismo Autónomo de Parques Nacionales (La Graciosa). Contamos con cuatro Parques nacionales (un tercio) del total de la Red del Estado, y dos de ellos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sumamos además otros 142 Espacios Naturales Protegidos terrestres, además del importante foco de biodiversidad marina que representa Canarias y de los Lugares de Interés Comunitario, incorporados a la Red Natura 2000. Todo ello hilvanado en un territorio de 7.500 kilómetros cuadrados, que distan entre sus puntos extremos 600 kilómetros (como de Madrid a Barcelona). Era así de evidente, pero no se entendía; no se entendía la demanda de Canarias de contar con una base permanente de medios aéreos, o lo que en aquellos años centraba nuestro interés que era una BRIF, una Brigada Rápida de Intervención Forestal; dotada con personal profesional conocedor específicamente del medio forestal y con un aparato aéreo idóneo. Un medio Forestal, que en Canarias, como tantas cosas, tiene una singularidad especial derivada de la orografía y el sistema cambiante de vientos dominantes.

Tuvo que ocurrir el desastre ambiental en las Cumbres de Gran Canaria, en el verano del 2005, para que Canarias tuviera, por fin, una BRIF; al menos durante la etapa de mayor riesgo; amparándonos en nuestros cuatro Parques Nacionales, pudimos contar con una BRIF. Pero ya advirtieron los Hombres de los Parques que no era suficiente. No era suficiente tener una base de la BRIF en el norte de La Palma, o en las cumbres de Gran Canaria; no tenemos Comunidades colindantes, no podemos recibir respuestas rápidas de auxilio; no podemos estar a expensas de que los hidroaviones transiten por países terceros para llegar a Canarias; ya no vale la temporada de alto riesgo entre julio y septiembre, ahora hay que estar alerta todo el año; entre otras cosas porque el modelo económico y social ha cambiado y los usos y aprovechamientos forestales, consecuentemente, también.

Eso decían los Hombres de los Parques. Los Senior y los Júnior. Los rectores y los gestores. Y entre los júnior, gomero de adopción y gallego de profesión, el director conservador del parque Nacional de Garajonay, Ángel Fernández. Llegué a dudar si la magia del monte no lo desdoblaba; director y subdirector a veces se me aparecían como una misma imagen; llegué a dudar también si él mismo no sería un regalo del Terciario, por su cabezonería en la defensa del Parque, por su honestidad? No tengo duda: se ha dejado la piel en el trabajo; se ha dejado el razonamiento lógico en la gestión del Parque y se dejará la vida en trabajar por su recuperación. A él le queda esa noble, ingente, impagable tarea por delante.

Pero a los demás, a los Hombres de los Parques de Canarias, a quienes estos días han observado en silencio, a quienes han contenido el dolor, a quienes han sufrido y se han tragado las lágrimas, a quienes más saben de gestión forestal, a quienes mejor conocen la Naturaleza de toda Canarias, a quienes tienen la autoridad en el trabajo y la defensa de Los Parques Nacionales de Canarias; a ellos, a los Hombres de Los Parques, a quienes tanto me han enseñado y de quienes tanto he aprendido; a ellos les pido que hablen. Les pido un paso al frente, desde la generosidad y para la reflexión.

Canarias no puede prescindir de su inteligencia. A los hombres de Los Parques de Canarias les pido humildemente y como ciudadana, que den un paso al frente en favor de esta Tierra y de la gestión de su naturaleza. Y a sus discípulos mi reconocimiento y mi ánimo; especialmente para quienes se han vaciado de ideas y energía estos días, Humberto y Ventura. Gracias por el esfuerzo. Y mi respeto a quienes, bajo una terrible presión, y en soledad, han tenido que tomar decisiones, incluidas las de priorizar la seguridad de las personas frente a otros bienes individuales o colectivos.

La gran historia pasa a menudo por las islas? Y el mayor punto de biodiversidad terrestre y marina de Europa también pasa por islas; desfila por el rosario de los Archipiélagos Atlánticos, desde Azores a Cabo Verde, pasando por Madeira y Canarias. Y el mejor ejemplo de uso racional, sensato y sostenible de los recursos naturales por parte de la población ha pasado durante siglos por La Gomera. Lo han aprendido generaciones so pena del éxodo o la pobreza? Que hablen los Hombres de Los Parques. Hay que impedir que vuelva a ocurrir.