Nunca pensó que hacer una fotocopia para ayudar a su hermano le pudiera salir tan caro. Tanto como que acabara en el Juzgado de lo penal y que la Fiscalía le pida seis meses de prisión y una multa de 1.440 euros por falsificación, además de las costas.

El periplo del ovetense juzgado ayer empezó el 9 de mayo de 2013, cuando unos agentes de la Policía Local vieron aparcando un coche en una zona de minusválidos en la avenida del Cristo. El vehículo tenía en el salpicadero la tarjeta de estacionamiento que, en teoría, le permitía aparcar en ese sitio. Sólo que no era la original, como establece la normativa, sino una "falsa".

El conductor estaba en el interior de una cafetería situada justo enfrente y, cuando salió, se encontró ya con la Policía, que le requirió la documentación. A partir de ahí, lo que pensó que sería una multa se convirtió en una denuncia por falsificación.

El relato del acusado ayer fue mucho más simple que el de una burda manipulación para conseguir fácil aparcamiento. La tarjeta de estacionamiento para personas con discapacidad era del suegro de su hermano. Como éste andaba a turnos y no siempre se podía hacer cargo de él, pues le sustituía el acusado, con el consiguiente intercambio continuo de la autorización para aparcar.

Así que llegó un momento en que, por comodidad, decidieron hacer una fotocopia para que cada uno tuviera la suya. "Yo no sabía que era un delito fotocopiarla", insistió ayer el acusado ante la juez.

El día previo a los hechos, el propietario de la tarjeta ingresó en el hospital y a primera hora de la mañana le comunicaron a la familia su extrema gravedad. "Salí a buscar ropa, y como llevaba sin comer desde las nueve de la noche, pues paré en la cafetería a coger un pincho. Ni siquiera cerré el coche, ni pedí nada para beber", relató el acusado. "Cuando vi a la Policía, salí y me encontré ya con la grúa y que me pedían la documentación. No me dio tiempo a nada", afirmó. Pocas horas después, el suegro de su hermano fallecía.

La letrada de la defensa, Beatriz Fernández-Pello, pidió la libre absolución alegando falta de dolo. "El único ánimo fue el de ayudar al titular de la tarjeta, que luego falleció, pero no hubo ánimo de defraudar", incidió en presencia de su cliente.