La última referencia del clan familiar de los Pérez Galdós acaba de fallecer. Noventa y tres enriquecedores años se llevaron al sepulcro la memoria aún viva de la estirpe de nuestra universal gloria literaria. Y se apagó en la hacienda de los Lirios de Bandama, la finca que tantos recuerdos íntimos y personales del novelista aún conservaba. Con el fallecimiento de la inteligente y amenísima Caridad Pérez-Galdós de la Torre muere la memoria activa de tantas historias ciudadanas.

Caridad Pérez-Galdós era la segunda de los cinco hijos de Ignacio Pérez-Galdós y Ciria, un reconocido y apreciado abogado, y de Francisca Sofía de la Torre Millares, dama que pertenecía a viejas e intelectuales familias del pasado siglo, entre cuyo extenso elenco destacaron sus tíos , los hrmanos Millares y sus primos el pintor Néstor, el dramaturgo Claudio y la siempre admirada actriz Josefina de la Torre. El abuelo de la difunta fue asimismo el entorchado brigadier de tan grata memoria don Ignacio Pérez-Galdós, que rigió la Capitanía General de Canarias entre 1900 y 1905. Benito Pérez Galdós era, por tanto, tío abuelo de la gran dama que nos acaba de dejar.

Prácticamente recluida en su casa los últimos años, su vivienda era un referente de actividad galdosiana. Desde sus salones, repletos de objetos que remitían al rico pasado familiar, cultivaba con esmero a sus muchísimas amistades, manteniendo vivas en su entorno las referencias culturales de tantos ilustres antepasados.

Mujer culta y ávida lectora, era una gran conversadora y celosa custodia de las tradiciones de su familia. Su prodigiosa memoria logró que en los últimos años y en compañía de su hermana Mamen, que también dejó de existir hace apenas unas semanas, la hacienda de los Lirios se convirtiera en el referente de las añejas y desaparecidas tertulias capitalinas. La decana Caridad se había convertido en la depositaria de la memoria del laureado escritor.

Viuda desde 2008 de Aurelio Rodríguez Fernández, comisario jefe de Pasaportes de la Policía Nacional durante muchos años, de su matrimonio alcanzó cuatro hijos. A ellos, a Aurelio, Caridad, Ignacio y Francisca Sofía que lloran a la buena madre desaparecida, nuestra condolencia y gratitud por haber tenido el honor de que nos haya distinguido con su amistad. Gran Canaria perdió a una de sus mujeres de más sólido prestigio. Descanse en paz.