José Antonio Gomes Soares, natural de Cabo Verde y residente en Tenerife desde el año 2001, se sienta en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife como presunto autor de la muerte a puñaladas de sus suegros e hijo de cuatro años el 13 de marzo de 2013, en Piedra Hincada, en el municipio tinerfeño de Guía de Isora. Ayer, el reo declaró ante un tribunal del jurado que no se acordaba de nada respecto del ataque que se le imputa, aunque en la tarde en la que ocurrió el crimen, el supuesto autor de la agresión salió de la vivienda en la que se produjo el triple homicidio y entró en un bar gritando a los presentes: "He matado a mi familia".

La Fiscalía sostiene que el acusado es responsable de tres delitos de asesinato por los que solicita una pena total de 65 años -40 años por las muertes de los suegros y 25 por la del niño-. Además, deberá indemnizar a su esposa y madre del menor con 300.000 euros, mientras que a la hermana de esta con la cantidad de 200.000 euros. El ministerio público considera que hubo ensañamiento en la muerte del pequeño, que recibió 40 puñaladas. El suegro de José Antonio Gomes recibió ocho puñaladas, mientras que la suegra sufrió 20 cuchilladas.

Por su parte, las dos acusaciones particulares interesan que al procesado se le imponga una condena de 75 años de prisión, 25 años de cárcel por cada uno de los delitos de asesinato. Mientras, la defensa cree que su patrocinado debe ser absuelto al haber actuado bajo los efectos del consumo de bebidas alcohólicas que le provocaron una intoxicación por la cual tenía mermadas sus capacidades volitivas y cognitivas; o, en todo caso, si el jurado no tuviera en cuenta dicha eximente, que se le imponga una pena de tres años de privación de libertad por cada uno de los delitos de homicidio, con las atenuantes de consumo de bebidas alcohólicas.

Ayer, poco o prácticamente nada le pudieron sonsacar al procesado desde el ministerio público y las acusaciones particulares en los interrogatorios de la primera sesión del juicio. Aseguró que no se acordaba de la agresión. No obstante sí llegó a decir que había estado bebiendo alguna copa en un bar cercano al domicilio que compartía con su esposa, hijo y los padres de su mujer. Afirmó que no bebía alcohol porque un médico le había dicho en 2008 que no lo consumiera "porque le sentaba mal a su cabeza". A pesar de que reconoció que desde aquel entonces no había bebido, recordaba que aquel 13 de marzo al menos tomó "un café y coñac".

Luego regresó a la vivienda en la que residía sobre las 13.00 horas. "Estaba muy embriagado y puse el despertador del teléfono móvil para que sonara a las 07.00 horas del día siguiente", no obstante, señaló que se confundió y la alarma del móvil sonó a las 19.00 horas del mismo día. De lo demás manifestó que no se acordaba.

Señaló a preguntas de su letrado que se "llevaba muy bien" con su suegro, aunque con su suegra la situación había empeorado. De igual manera reconoció que la relación con su esposa, Mónica, con la que se casó el 14 de enero de 2005, también se había deteriorado. Destacó que en aquella casa, tanto su suegra como su esposa "no tenían en cuenta" las decisiones que tomaba con su hijo, del que dijo que "lo llevaba todas las mañanas al colegio".

A pesar de la insistencia del acusado que mantuvo que se había ido a acostar aquella tarde, su letrado intentó hacerle ver que había testigos que lo situaban en dos bares bebiendo alcohol.

La Fiscalía sostiene que la relación de pareja entre el acusado y su esposa se había deteriorado desde 2010, aunque fue en septiembre de 2012 cuando la mujer se trasladó a casa de sus padres con el hijo de ambos debido a que el procesado intentaba controlarla en todo momento. Señala la fiscal que incluso José Antonio llegó a decirle a Mónica que si se separaba de él "le daría donde más le dolía, que los mataba a los dos". El acusado, a finales de 2012, también se trasladó a la casa de sus suegros.

Un día antes de los crímenes, Mónica y José Antonio discutieron y la mujer le insistió en que la relación tenía que acabar, a lo que el acusado volvió a amenazarla con "darle donde más le dolía". Al día siguiente, el suegro -Dalmacio Mendoza- recriminó a José Antonio dichas amenazas hacia Mónica.

Sobre las 20.00 horas del 13 de marzo, José Antonio cogió un cuchillo de cocina de 18 centímetros de hoja de largo y cuatro de ancho, y fue en busca de su suegro, al que halló en la primera planta de la vivienda. Pese a que intentó huir, el acusado le dio alcance y le asestó tres puñaladas por la espalda, a la altura del cuello, cayendo al suelo y quedando boca arriba a merced de José Antonio, quien le asestó otras cinco cuchilladas a la altura de la base del cuello, también.

Lejos de calmarse, José Antonio fue a buscar a su suegra -María Ángeles Bello- que se había ido a refugiar a la azotea con el hijo de José Antonio y Mónica. Allí le asestó 20 puñaladas.

El niño de cuatro años pretendió esconderse en una cocina que había en la azotea, pero "fue atacado salvajemente" por el acusado y padre, quien primero le golpeó en la cara y el cráneo, cayendo el pequeño al suelo. Tras esos primeros golpes, José Antonio se colocó encima de su hijo y le asestó 40 puñaladas.