La marcha de Eugenio supone la pérdida de una persona que vivió para y por Teror. No solo para el fútbol, su gran pasión, sino para la historia reciente y pasada. Era una persona exigente consigo misma y lo transmitía, con énfasis, al resto de los que le llegamos a conocer. Desde los años en que en el campo de Quevedo di mis primeros golpes al balón bajo su mirada y hasta hoy, la persona de Eugenio ha sido un referente.

Pasados los años del fútbol, su preocupación por la situación personal de los que estuvimos a sus órdenes y como compañeros ha sido una constante en su vida.

Atesoraba información referente al pueblo de sus amores. Quiénes de importancia venían de visita, quiénes realizaban labores culturales, cuándo se celebraban tales o cuáles fiestas; era un estudioso de la vida social.

Pero, su gran pasión fue el fútbol. Teror le debe un merecido homenaje, que espero que esta corporación no tarde mucho en realizar. Ya no estará él, pero quedamos los que le conocimos y apreciamos.

La última conversación, que tuvimos, fue delante del Banco Santander. Estaba sentado y como siempre, con su energía, me dijo: ¿qué pasa contigo, que no se te ve por el pueblo? Luego, después de mis excusas pertinentes, las preguntas de siempre: ¿qué tal tus hijos? me han comentado que te jubilaste, ¿qué haces ahora? etc. ¡Ese era Eugenio!.

Quiero terminar con una dedicatoria que en una de las fotos, con motivo de la finalización de una temporada, dedicaba a los que jugábamos con él.

"El cumplimiento del deber será quizá la mayor satisfacción que el fútbol te haya proporcionado cuando, vencidas tus facultades físicas por el paso del tiempo, tengas que desistir como jugador. ¡Que tu inquietud por cumplir con el deber sea el denominador común de todos tus hechos!"

Hasta siempre, maestro.