Creo que en la vida no existe quebranto mayor que la pérdida de un hijo, y que siempre será para los padres una llaga de amor eternamente presa en sus corazones.

Y a ti, querido amigo Cuqui, te ha herido el corazón la prematura partida de tu amado hijo Ricardo Díaz-Casanova Cárdenes, y sabes ya que el silencio de su ausencia te cercará el alma huérfana de su joven sonrisa, de su cálida voz, de su mirada alegre y plena de vida porque una herida tan profundamente honda necesita un largo plazo para cicatrizar.

No se han dormido mis recuerdos de aquella juventud adolescente y nuestra cuando nos conocimos y comenzábamos una andadura por el camino de la vida y de la incertidumbre.

Éramos, tú y yo tan jóvenes e inexpertos que ni siquiera pensábamos qué nos depararía el futuro, porque tan sólo nos movía la alegría de vivir y el instante de sentir los latidos hechos trino de colibrí hacia todo lo que nos rodeaba. Y ya mayores, y siempre amigos, como no; y trabajaste en mi compañía teatral como un actor lleno de comicidad que hacía las delicias del público.

Sin embargo, como esta supervivencia no es precisamente un camino de rosas, el dolor y la lágrima te llegaron cuando ya creías que habías cruzado el río de la serena existencia, sin imaginar siquiera que tu amadísimo hijo Ricardo volaría a otros espacios antes que tú, dejándote afligido, abatido, enlutado? y con el silencio de esa gran ausencia.

Pero ya sabes, amigo Cuqui, que la vida física es temporal y un período muy breve en el grandioso plan de Dios y el cuerpo únicamente un vehículo del espíritu. Y para los que tenemos fe la muerte no existe porque es una transición a un lugar maravilloso.

Así es que, entrañable amigo Cuqui, tu hijo Ricardo está ahora protegiéndote a ti y a su madre Tere, la mujer que le dio la vida ofreciéndole su incondicional amor, su cálido cobijo, sus buenos consejos y para quien en esta desconsolada circunstancia no hay viento que le cante ni calor de mediodía que le aliente porque, como tú, está fragmentado su ánimo en un único sentimiento, como lo está igualmente el lacerado corazón de su querida esposa Desireé Artiles Delgado, a quien doy mi pésame y mi afecto más sincero.

Difícil el momento que están viviendo todos. Amarga, muy amarga esta ausencia.

Pero ya lo decía el gran poeta Miguel Hernández: "la vida es siempre una aventura, un regocijo y un triste desaliento".

Y yo puedo añadir que, al final, todos seremos polvo y cenizas.

Descanse en paz Ricardo Díaz-Casanova Cárdenes, tú que falleciste el pasado viernes, día 21 de agosto, de forma tan rápida, a los 44 años de edad.

A sus padres