Coca, no esperábamos que el telón de tu actuación en esta vida cayera de manera tan rápida e inesperada.

Nos hubiese gustado que las vidas de Coca Navarro Martín-Fernández hubiesen durado mucho más, tanto tu vida real, como la puesta sobre el escenario.

Desgraciadamente, la causa de tu desesperación: una absurda caída, un mal paso.

Tú diste y trasmitiste a tus alumnas los más arriesgado y armoniosos pasos de las más bellas y exóticas danzas del ballet clásico español, flamenco, regional y canario.

Con mucha nostalgia, hoy recordamos el montaje de tu alegre y acompasado repiqueteo del concierto de castañuelas; el precioso desbordante colorido de tus originales diseños; el sentimiento, la honda emoción expresada, trasmitida por la magistral interpretación del Amor Brujo, La danza del fuego ( Manuel de Falla); Sevilla, Córdoba, Granada (Isaac Albéniz) el flamenco y un innumerable etcétera. Más, la vistosa y brillante actuación en la zarzuela.

Vestuario, luminotecnia, decorados, dirección artística, sólo a tu cargo. Digna heredera de tu linaje artístico familiar: Néstor y Nanda.

Todo lo montabas con amor, esfuerzo, trabajo, sacrificio y con mucha ilusión. Nunca con afán de lucro.

Además, era una donación a los más débiles y necesitados, como tú demostrabas en numerosas acciones: niños de San Juan de Dios (durante muchos años); barriadas de Las Palmas de Gran Canaria; huérfanos y abandonados de Perú (por lo que estoy profundamente agradecida); en beneficio de la parroquia, del asilo; de los más pobres y desamparados.

Gracias por deleitarnos con tu arte y buen hacer en esta vida, por tu gran corazón. Derrochaste corazón con todos los tuyos, la familia, tu hija, tus amigas y adoración por tus nietos.

En esta eucaristía celebrada hemos rogado a Dios, ese Dios misericordioso en el que tú siempre creíste y que te ha liberado ya de las tristezas y problemas en esta vida, te premie con la eterna felicidad del cielo. Querida Coca, los ángeles te acojan con un caluroso aplauso.