Cuando se escribe sobre un héroe, si solo se basa en documentos o testimonios, es algo fácil. Sin embargo, en este caso tuve el honor de conocer y tratar personalmente a Tomás Pallas Sierra, fallecido teniente general. Se me hace un poco difícil por los muchos y buenos recuerdos que guardo en lo más profundo de mi corazón. Para contar la biografía de este ilustre soldado harían falta centenares de folios para describir la excepcional figura de este héroe.

Tomás Pallas nació en Jaca, en Huesca, y desde la temprana edad de 17 años tenía en su expediente el "valor acreditado". Fue el prototipo de tan magistral figura en las obligaciones de soldado. Me consta y puedo dar fe que este general siempre se hizo querer y respetar. Era enérgico en sus decisiones, pero siempre predicaba con el ejemplo.

Cuando se publican en el diario oficial del Ejército la vacante de comandata para le recién unidad de banderas paracaidistas, en el Estado Mayor Central designó a Tomás Pallas para el mando de dicha unidad, a la vista de su brillante hoja de servicios, dejando con pena el mando de la V bandera del II tercio duque de Alba, con el que fueron la mayor parte de estas banderas.

Una vez formada dicha unidad, se trasladan a la escuela militar de paracaidismo Méndez Parada, donde el 23 de febrero de 1954 nacía esta nueva unidad del Ejército compuesta por dos capitanes, siete tenientes, dieciocho sargentos y ciento sesenta y ocho cabos y soldados. Tras el sexto salto y con la presencia del capital general de la III región militar, nacía esta unidad paracaidista, hoy brigada paracaidista.

Esa condecoración que lucía con orgullo sobre su pecho Tomás Pallas Sierra, según el Boletín Oficial del Estado (BOE), número 61, de manera escueta, destaca que el entonces soldado Tomás Pallas se ofrecía voluntario para cruzar las líneas enemigas y llegar a un puesto que estaba sitiado y con un herido grave al que había que llevar medicamentos y evacuarlo, con riesgo de su vida. Logró llegar a dicha posición, suministrar las medicinas y trasladar al herido, por cuyos hechos sería recompensado con la medalla militar individual.

Hay un hecho que destaca la gran calidad humana y el amor por sus soldados, y así sucedió: "Tras finalizar unos saltos en la escuela militar de paracaidismo de Alcantarilla, en Murcia , al mando de 190 paracaidistas, el comandante Pallas se dirigió con la lista de embarque a la estación de Renfe y le entregaron los billetes. Cuando preguntó el comandante al factor de Renfe donde estaban los vagones para subir, el factor le respondió: 'allí, enfrente están'. Comprobando el comandante que aquello eran vagones de mercancía para transportar ganado. Pallas se dirigió al factor y muy educadamente le manifestó que el Estado pagó para esos 190 paracaidistas, como personas, y sentados, a lo que el factor le alegó que esos eran los que habían. Pallas, en un tono serio, le conminó a que si en dos horas no están los vagones para personas, él y sus paracaidistas les cortarían las vías. La solución fue que en menos de una hora estaban lo vagones de segunda clase para viajar como personas.

De la humanidad que portaba en su corazón y cumplir con el grado legionario, lo avala que en algunas vacaciones, acompañado por su esposa Ángela Moreno Álvarez, acudían a la leprosería de Fontilles, para estar durante unas horas con antiguos legionarios que habían estado a sus órdenes.

Para comprobar la figura de este legendario soldado, cabe el hecho de defender a un paracaidista. En los diarios de operaciones se lee que en casi todas las operaciones estaba allí Pallas.

El 31 de enero de 1958, de nuevo la II bandera, al mando de Pallas Sierra, entran en combate en la operación Diana, junto al IV tabor de tiradores y la VI bandera de la legión, para tomar las cotas 203 y 204, aunque el enemigo se hizo fuerte tras el apoyo de los Heinkel del ejército del aire. Pallas y sus paracaidistas toman al asalto dichas cotas, haciendo huir al enemigo.

Le tocó vivir la amarga despedida de Villas Cisneros, lo que sintió esta salida en lo más hondo de su corazón. Lo que sí dejó claro con su ejemplo lo que acertadamente escribió este intelectual: "Con soldados que aman más la gloria que su vida no hay victoria imposible" (Conde Clonart)