Wenceslao Velázquez, que el próximo 28 de septiembre iba a cumplir 62 años, esquivó todo tipo de peligros en las carreteras durante sus muchos años al volante de camiones cargados con sustancias inflamables, principalmente gasolina y gasoil. Conducir era su profesión y lo hacía, además, muy bien. Pero el pasado sábado, a primera hora de la mañana, toda esa experiencia y esos miles y miles de kilómetros acumulados no le sirvieron absolutamente para nada. Un conductor kamikaze se cruzó de repente en lo que iba a ser un día apacible y familiar, que eran los que más le gustaban.

Este conductor, junto al presunto kamikaze, fueron dos de las cuatro víctimas mortales que hubo en poco más de 24 horas el pasado fin de semana. Las otras dos fueron: Jeffrey Hernández, piloto de rallys, de 25 años, en Teguise (Lanzarote); y un varón de 80 años que cayó con su coche en un barranquillo en Güímar (Tenerife).

A las 7.44 horas, Wenceslao conducía su Citroën en dirección a Candelaria, procedente de su casa de La Cuesta, La Laguna. Iba a comprar carnada para pescar. De repente, un Audi TT plateado se le vino encima a toda velocidad cuando acababa de incorporarse a la autopista TF-1. El Audi TT llevaba más de 10 kilómetros yendo en dirección contraria en el carril hacia el Sur. Esquivó a los vehículos que se le fueron cruzando, a los que llegó a picar luces, pero no al Citroën. El choque fue frontal y brutal. Los dos murieron en el acto.

La consternación y la rabia que causó la noticia corrió por todo Tenerife pero se sintió especialmente en La Cuesta y Garachico. Wenceslao Velázquez llevaba muchos años viviendo en el barrio lagunero, donde educó a sus hijos, Carmen y Jonathan, y vivía feliz con su mujer, María del Carmen. Pero acudía frecuentemente a San Pedro, en Garachico, para reencontrarse con su madre y sus hermanos. De hecho, el sábado pensaba comprar la carnada, regresar a su casa en busca de su esposa y partir a Garachico para pasar un día de pesca con su hermano Marcelo.

"Maravilloso"

Carmen Velázquez, hija de Wenceslao, prefiere quedarse con el "maravilloso" recuerdo que deja su padre que calificar la acción del conductor kamikaze que acabó con su vida. "Era un hombre muy bueno, muy cariñoso y sonriente. Siempre estaba con nosotros, con toda la familia, y tenía una relación extraordinaria con su mujer. Eran uña y carne, inseparables. Era un tipo sencillo, de aficiones saludables y amante como ninguno de su tierra", cuenta. Destaca su afición a la pesca y los guachinches, así como todo lo que disfrutaba en la finca de su madre, que con 93 años se mantiene como un roble.

Pero el golpe ha sido tremendo, tremendo para todos pero especialmente para la madre, además de por su avanzada edad porque ya había perdido a otros dos hijos en las carreteras tinerfeñas. "Mi padre tuvo una infancia muy dura pero encarriló su vida y se hizo un hombre solidario, que ayudaba a la gente aunque no la conociera de nada, y que mostraba un gran cariño a todo el mundo, principalmente a sus nietos", cuenta Carmen, que tiene una peluquería en la Cuesta.

Wenceslao estaba en un gran momento de su vida. Se había prejubilado hacía un año y medio, después de llevar los camiones de gasolina de Shell y DISA, y había llegado a los 60 en una aceptable forma física. El viernes, el día antes de la tragedia, estuvo todo el día con un matrimonio de La Victoria del que se hizo muy amigo. "Estuvieron en casa con ellos y luego los llevaron a Candelaria y San Andrés. Él compraba la carnada aquí, en La Cuesta, pero debió ver alguna en Candelaria que le gustó especialmente. Por eso, el sábado se levantó muy temprano y se fue para allá, para luego ir a Garachico".

Cientos de familiares y amigos comenzaron a acercarse ayer al tanatorio de Servisa para darle el último adiós. Su cuerpo estuvo en el hospital hasta que lo trasladaron al tanatorio por la tarde. Las muestras de dolor e impotencia se repetían. Hoy se celebrará el funeral a las 12.40 horas en el tanatorio y el féretro será trasladado a continuación al cementerio lagunero de San Luis.