El último recuerdo que tienen en Castrillo de los Polvazares de Miguel Ángel Muñoz Blas es el de una persona problemática, huraña y de difícil trato. Pero no siempre fue así. Cuando este madrileño llegó a la Maragatería, tierra de su familia materna, mantenía una relación normal con los vecinos de la zona. Su carácter comenzó a cambiar cuando, una vez construida una cabaña en la finca en la que ha sido hallado el cadáver de la peregrina, no logró que su mujer e hijo le acompañasen. A partir de entonces ahuyentaba a gritos a cuantos se acercaban a su parcela y comenzó a colocar tablones con clavos en el camino para provocar pinchazos en los coches. También empezó a usar pasamontañas.

Parece ser que Miguel Ángel Muñoz, de 39 años de edad, había estado durante un tiempo en una comuna de Navarra y que allí adquirió los conocimientos necesarios para construirse su cabaña en la pista forestal de las inmediaciones de Castrillo que lleva hasta Santa Catalina de Somoza.

Sin trabajo y obsesionado

En situación de desempleo desde hace tiempo, el presunto asesino de la norteamericana Denise Pikka Thiem se vio obligado a acudir a los servicios sociales para subsistir. Fuentes de la investigación aseguran también que perpetró pequeños robos a peregrinos que pasaban por la zona.

Muñoz Blas tenía una fijación por la ruta jacobea, incluso ya habría molestado a otras peregrinas antes que a Denise Pikka. Colocaba señales falsas para atraerlas hacia su finca, se ofrecía a servirles de guía y ponía a su disposición la cabaña para que descansaran más a gusto. Así era el conocido como el criminal del camino.