Algunas de las claves del caso Asunta, al menos para los investigadores, aparecieron en la basura, en concreto en una modesta papelera de uno de los dormitorios de Teo, una finca familiar que además está enclavada, geográficamente, cerca de la pista forestal donde fue hallada la niña. En el recipiente, los investigadores hallaron, según asegura el escrito de calificación del fiscal, "un trozo de la misma cuerda que usaron" los acusados para "atar a la víctima unas horas antes". Y la cuerda no fue lo único que apareció en los desechos. También se rescató una mascarilla o un pañuelo de papel que contenía ADN de la niña y de su madre, Rosario Porto. Sin embargo, las versiones de qué hacían allí esos materiales y su significado de la acusada y del fiscal poco tienen que ver, como quedó de manifiesto ayer. Para empezar, frente a la versión de la acusación que sostiene que "nada más entrar en la casa, Rosario se dirigió rápidamente hacia una papelera que había en uno de los dormitorios" en la que "ella sabía que había efectos relevantes para la investigación", aunque no logró "apoderarse de ellos ni alterarlos", la progenitora de Asunta proclamó indignada: "No estaba para fijarme en ninguna papelera. ¿Cómo voy a fijarme en una papelera?. Me acaban de decir que mi hija es el cadáver que han encontrado". De hecho, Porto fue todavía más allá y aseguró que "no" llegó a entrar en la habitación donde se ubicaba el cesto de la basura. No obstante, no supo concretarle al fiscal si finalmente logró dar respuesta a unas necesidades biológicas que surgen cuando tiene "nervios".
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