La historia de Asunta está plagada de misterios como los que a ella le gustaban, solo que, a diferencia de lo que ocurre en los libros, esta vez la muerte es de verdad. La vista oral que ha arrancado esta semana en Santiago busca despejar las incógnitas que sobrevuelan un caso que ha disparado la atención mediática y que, dos años después, suscita tanta atención que un centenar de periodistas se ha apostado en las cercanías para seguir el juicio.

La última respuesta la tendrá un jurado popular que costó formar. El letrado de Rosario Porto, la madre de la pequeña, acusada de ponerse "de acuerdo" con su exmarido, Alfonso Basterra, para matar a la niña, temía que la repercusión mediática hiciera difícil reunir a nueve personas y dos suplentes que demostraran "imparcialidad". En junio se suspendió el proceso por ese motivo, pero el pasado martes se dio un gran paso y todas las partes dieron el visto bueno a la composición del jurado.

Conocidos de los acusados, amigos, profesionales con los que la vida los llevó a relacionarse, pero también miembros de la policía y la Guardia Civil que investigaron el caso o ciudadanos que solo las circunstancias pusieron en el camino de Asunta o de su cadáver, como quienes descubrieron su cuerpo en una cuneta en Teo en la madrugada del 22 de septiembre de 2013, desfilarán ante un tribunal presidido por el magistrado Jorge Cid. También múltiples peritos, que servirán, entre otras cosas, para que acusaciones y defensas confronten sus tesis de cuándo falleció la niña, dirimir la relevancia de los hallazgos en la finca familiar de Montouto o aclarar las circunstancias que hicieron que el instructor excluyera de la ecuación a un tercer hombre.

Aunque en el corazón del proceso está Asunta. Sus padres, a través de sus letrados, han transmitido que son las "víctimas" de todo lo sucedido, siempre después de la niña, aunque nunca, critican sus letrados, se les ha considerado como a tales. Desde esa posición, reivindican la defensa del nombre y los derechos de la menor como el "mejor homenaje" que pueden rendirle, según explicó al jurado José Luis Gutiérrez Aranguren, el defensor de Rosario Porto, que proclamó ante el tribunal: "Rosario no me pidió "defiéndeme, que yo soy inocente", me dijo "encuéntrame a quién mató a mi hija". El letrado insiste en la vía del tercer hombre porque "el verdadero culpable" está "ahí fuera", pero las acusaciones -tampoco el presidente del tribunal, que rechazó su propuesta de incluir artículos sobre el pederasta de Ciudad Lineal- descartan esta alternativa y ponen solos bajo los focos a los progenitores.

Brillante e imaginativa

Los dos acusados, que adoptaron a la pequeña en China cuando tenía menos de un año, frecuentaron los adjetivos positivos para describirla: "brillante", "especialmente guapa", "imaginativa "querida", "bromista", "de altas capacidades", "obediente"... Para Porto, que al final ha aparcado la toga de letrada y se ha puesto en manos de Aranguren, Asunta era su "única preocupación". Para Basterra, periodista y "amo de casa al uso", según su letrada, era "lo que más quería".

Esas son las razones esgrimidas para proclamar su inocencia. Porto, entre sollozos -"Yo no maté a mi hija, no la maté"-, y Basterra, con indignación - "Por supuesto que no"-. Ambas declaraciones, ofrecidas a sus abogados, los únicos que les plantearon a bocajarro la gran pregunta, fueron el colofón de dos jornadas maratonianas y la línea de salida de una carrera que se prevé de fondo.

El tono de esas declaraciones es una muestra de los talantes opuestos con el que afrontaron unos interrogatorios en los que contestaron a todas las partes. Mientras Rosario Porto ha acudido con luto riguroso y encara las sesiones cabizbaja, con rostro compungido y afectado por un permanente rictus de dolor, cuando no directamente se seca las lágrimas (nunca falta el paquete de kleenex en su mesa), su exmarido, Alfonso Basterra, ha optado por una apariencia más informal que combina con un discurso más seguro, incluso desafiante por momentos, con críticas a la instrucción y al fiscal. A este último, el periodista llegó a demandarle "empatía" y le reprochó que aludiera al "cadáver" de Asunta en vez de referirse a ella por su nombre.

La partida en que los progenitores de Asunta se juegan un máximo de 20 años de su vida (los que solicita la acusación popular) acaba de empezar, pero algunas de las cartas han sido puestas boca arriba. Ambos parecen haber firmado un pacto de no agresión. Al menos en la reivindicación de una paternidad implicada. Rosario Porto aseguró que su exmarido tenía "muy buena relación" con la pequeña y que no solo desarrollaba muchas tareas de intendencia doméstica que le hacían la vida "más cómoda", como ocuparse de las comida, sino que la escoltaba casi a todas partes. Hasta el punto, añadía, de que cuando iba a buscarla a casa para llevarla al instituto, la menor, a la que le gustaba ir sola hasta el centro porque "eso la hacía sentirse mayor", según Porto, decía con cariño al oír el timbre: "Ya está ahí el pesado de papá". El viernes, Basterra le devolvió los cumplidos: "Rosario Porto fue, a mi juicio, y así lo sostendré siempre, la madre que toda niña hubiese deseado tener".

Asimismo explican las incoherencias o lagunas que les achacan con un mismo argumento: ¿cómo se puede esperar coherencia de alguien al que acaban de comunicarle que han hallado el cuerpo sin vida de su hija?

Basterra, ante un comentario del fiscal que le recrimina que ofrezca detalles de la jornada del 21, pero que no sea tan concreto a partir del registro de la finca de Teo, alega: "Hay un cambio sustancial. Perder un hijo es algo absolutamente desgarrador que no le deseo ni a mi peor enemigo". Rosario Porto, que confesó en la sala que sigue a tratamiento por depresión y que multiplicó la ingesta de fármacos tras la muerte de la niña, lo expresó de otro modo cuando le preguntaron sobre una papelera aparecida en esa casa y a la que, según la acusación, se dirigía para "alterar" las evidencias que contenía: "¿Cómo me voy a fijar en una papelera? Me acaban de decir que mi hija es el cadáver que han encontrado", espetó.

Coincidencias

Esa sintonía hace que coincidan en el último almuerzo que compartieron con la niña en casa de Basterra, o sobre cómo Porto estableció contacto con él cuando notó la ausencia de Asunta en casa y su inmediata búsqueda de la pequeña, o cómo esta sufría alergia ("rinitis alérgica", dice Porto). En su declaración, el padre de la niña ratificó el supuesto asalto que narra Porto del 5 de julio a su vivienda o cuenta cómo se enteró de que su exesposa había ido a Teo con la niña días después y cómo ella justificó tener "miedo" de contarlo. Además, y a pesar del escrito de la defensa de Basterra, donde su letrada indicaba que él compraba el Orfidal, pero era su exmujer quien "lo guardaba" y "administraba" en su domicilio, Belén Hospido negó el primer día que su intención fuera tratar de "trasladar la culpa a Porto". Según el fiscal, ese medicamento es "clave". Porto señaló: "Yo no di Orfidal a mi hija, Alfonso no le dio Orfidal, nadie se lo dio", mientras Basterra proclamó que él se no se lo dio ni sabe quién.

Una de las metas de la defensa de Porto fue desmontar la tesis de que la niña "estorbaba". Para ello salieron a relucir futuros cursos en el extranjero e incluso una reforma en el hogar para habilitar un espacio para que la pequeña tocase el piano. No obstante, Porto admitió que una niña como la suya, "de altas capacidades", "consume energía". "Tienes que estar preparada para que tu hija de 12 años te diga que Barack Obama no merece el Nobel de la Paz", apuntó.

A partir de mañana, los grandes protagonistas de la historia, aparte de la niña, ceden el turno a unos secundarios que podrían ser determinantes. Está por ver si son capaces de aclarar las incógnitas, como qué ocurrió el día en que no fue al instituto o el anterior, cuando se desconectó la alarma de Montouto; qué hay tras las diversas versiones de los episodios de intoxicación en las clases de música; cómo llegó el Orfidal a su cuerpo, la trascendencia de las imágenes de su teléfono o lo ocurrido con el portátil de Basterra.

Dos años han esperado, en prisión preventiva, los padres de Asunta para sentarse en el banquillo, acusados de ponerse de "acuerdo" para acabar con la vida de su hija. Un tiempo que coincide con el aniversario de la aparición del cadáver de la menor en Teo, incluso con su cumpleaños. En la primera jornada del juicio, el día 30, habría cumplido 15 años. ¿Buenos padres o matrimonio cruel?