Amantísima madre: qué grande es el misterio de la vida y la partida. Muchos nos preguntamos, si al final se fenece, ¿para qué tanto esfuerzo?

Mamá, nos dejaste huérfanos aquel día de diciembre y te ausentaste como ave migratoria, sin ruido, sin más. Dios lo decidió así y te aguardó en su reino celestial. Me gustaría amar lo que no pueda tener, que tener lo que no pueda amar.

Sin embargo, la tranquilidad, la paz el amor que en nuestro interior crece, nos llena de tal positividad que el consuelo arribó por sí solo, espontáneamente, sin avisar y nos dio una idiosincrasia positiva, nueva, no habitual.

Durante estos aproximados 13 años aprendí de ti a soportar con estoicidad, la negatividad que la vida me fue infringiendo especialmente en este último lustro. Lo presagié y sólo mirándote a los ojos obtuve la paz y respuesta a mis cuitas.

Nos enseñaste que se vive para construir pequeños y grandes avatares, sueños para dejar sensaciones positivas en tus seres queridos, para edificar en la vida de nuestros hijos, sabiduría, trabajo, unión, conciencia y fundamentalmente dignidad, con todo lo anteriormente mencionado, intentar lograr y demostrar que esos sueños no son quimeras irrealizables, si no perfectas, si muy humanas.

Mamá, nos sentimos muy orgullosos de ti, por haber sido vos quien fuisteis, y haber tenido el privilegio de compartir tu nexo. El saber que te conocimos, te quisimos y que fuimos capaces de compartir todos nuestras alegrías, al igual que todos nuestros miedos, con diáfana y meridiana franqueza, juntos. Eso te honra, sabiendo que en todo momento contábamos con tu apoyo solidario. Tenemos unos lindos y gratos recuerdos tuyos, como ímproba madre y gran valedora y ayudante de nuestro insustituible padre José Arroyo (Fefo, como acostumbrabas a llamarle), amén de tu senpiterna sonrisa.

Mamá, después de haber sido la alegría de nuestra familia, aquí en la tierra, sabemos e intuimos que serás nuestro ángel guardián (allí donde sólo los elegidos moran) para nuestra familia no se desmorone. Sólo cuando la candela desprenda frío, los lirios no florezcan en abril; sólo cuando eso suceda (algo que jamás acontecerá) entonces es posible que te difumines un poco, pero a a partir de ahora: ojalá que el camino se levante a tu encuentro/ ojalá que el viento esté a tu espalda y no te dañe./ Ojalá los rayos del sol calienten tu cara./ Ojalá que la lluvia caiga suave en tu madroñal/ y hasta que nos encontremos./ Ojalá Dios te levite en la palma de su mano. Madre, me duele el corazón después de haberte amado tanto. Estarás ad eternum en nuestros corazones.