Entre sollozos y lamentos, la voz del otro lado de la línea nos informaba que nuestro amigo, compañero de jornada, nuestro hombro camarada, había sufrido un accidente. Pasamos días de angustia, de dolor, de sufrimiento. De repente se encendió una luz llamada esperanza. Nos duró poco. El tiempo que tardo en transformarse en una estrella que siempre brillará dentro de nuestros corazones. Qué difícil resulta despedirse de un hombre bondadoso, humilde, leal, fiel, amigo de sus amigos, de corazón grande, buen esposo y buen padre de familia, un hombre como tú Manolo, fuerte como un roble. Después de quince años, amigo Manolo, gracias por todo y hasta siempre.