Días pasados falleció en Vecindario, en el municipio grancanario de Santa Lucía de Tirajana, mi buen amigo y compañero Juan Mateo Hidalgo.

Cuando en julio de 1962 llegué destinado como motorista al destacamento de Tráfico de la Guardia Civil de Santa Cruz de Tenerife, Juan Mateo Hidalgo llevaba varios meses en el destacamento, también como motorista.

Mateo, como lo llamábamos todos, era todo un maestro, lo mismo en los temas de circulación, llámese corregir las infracciones, como regular el tráfico. Verlo montar en aquellas BMW de 500 c. c. era ver a todo un magnífico motorista, con decir que admirábamos las habilidades de Mateo sobre la moto.

Como compañero, era el espejo en el que nos mirábamos. Cumplía este decálogo: "el compañero consiste en socorrer al camarada que necesita ayuda, y es compartir las penalidades y sufrimientos; es correr riesgos para ayudar al compañero en peligro; y finalmente es alegrarse del progreso de los demás".

Mateo amaba su patria chica de Gran Canaria. Era fiel retrato de los canarios: alegre; hospitalario y amigo de aventuras.

Las normas del reglamento de la Guardia Civil hizo que los mandos me nombrasen Guardia Primero y yo fui su alumno, pero Mateo seguía siendo un caballero. Hace unos años, Mateo sufrió un duro golpe: su hijo piloto de aviación falleció en un accidente aéreo en tierras peninsulares. Leí una necrológica en la cual Mateo expresaba su dolor por la muerte de su querido hijo.

Con mi recuerdo de gratitud por haber sido compañero y amigo, rezo por ti, Juan Mateo Hidalgo, para que Dios te haya concedido la gloria allá en el cielo, junto a tu querido hijo. Sin embargo, la fortaleza de Mateo queda reflejada en esta cita: "Aquel que sabe que no perecerá al morir, aquel es eterno" (Lao-Tse).