Ánima Marrero es la presidenta de la comunidad de vecinos del edificio que se derrumbó en Los Cristianos. Ayer perdió el que fue su hogar durante los últimos 40 años. Se quedó con lo puesto, igual que Fidel Fernández, de 82 años e inquilino desde hace dos del mismo bloque. Ella vivía sola en el apartamento 15 de la segunda planta. Él, también solo, en el 22 del tercer piso. Ambos peinan canas y ayer, pese a la tragedia que acababan de vivir, demostraban unos modales exquisitos al pedir disculpas por no tener fuerzas para levantarse a saludar. Lejos de preocuparse por sus pérdidas materiales, a los dos les carcomía la angustia de no saber nada de algunos de sus vecinos. "Nadie sabe nada de Flor, del apartamento número 3; de Paula, del 16; de la chica del número 5, que es empleada de Mercadona; ni tampoco del señor extranjero del 12, ni de Antonio, del 14, que tenía el día libre y tenemos la duda de si estaba en casa", precisó Ánima.

De los 24 apartamentos que tenía el bloque, solo 14 estaban habitados. "El edificio tenía más de 40 años pero estaba muy bien. Nunca tuvimos ningún problema de cimientos ni nada de eso", enfatizó la mujer. No obstante, admitió que "había salido una grieta la semana pasada de la obra que estaban haciendo en el local grande de la esquina". "Llamé a la gente que estaba trabajando ahí, se la mostré y me dijeron que no pasaba nada, que ellos la taparían. Quería que la vieran. Como hay tantos muros de carga, podía ser importante. También me llamó la atención que dieran golpes tan fuertes. Eran mazazos. Como trabajaban a puerta cerrada les toqué y me explicaron que estaban haciendo las divisiones, que no estaban tocando ningún muro. Pero no sé... A mí me da que esto pasó a raíz de eso. Pero serán los técnicos los que lo determinen", dijo con resignación.

Cuando el edificio se vino abajo, a las 9:31 de la mañana de ayer, Ánima hacía rato que estaba en Valle de San Lorenzo. Había ido temprano a su finca, como cada mañana, para alimentar a sus perros. Eso la salvó. La prima de una vecina la llamó y le contó lo que había pasado. "Le dije que iba bajando con el coche. Ella me preguntó si sabía que acaba de caerse mi edificio", recordó la mujer con una sorprendentemente calma. Por la tarde, ella y Fidel permanecían en el Centro Cultural de Los Cristianos rodeados de varios de sus vecinos, familiares de otros que estaban a la espera de noticias del operativo y empleados de comercios de la zona, que también estaban muy sensibilizados con lo sucedido por la relación cercana que mantienen con su clientela.

Ni bien regresó de su finca, Ánima fue a la comisaría de Arona, donde le tomaron declaración hasta las 13:30 horas. Aseguraba que después de una primera etapa, en la que los ocupantes del edificio del número 12 de la calle Valle Menéndez eran casi todos propietarios, las cosas cambiaron y empezó a haber bastante rotación porque la mayoría son ahora inquilinos. Según explicó, mucha gente de la Península, en especial de Asturias, alquilaba apartamentos para pasar el invierno. "Es gente tranquila, incluso señoras solas", apuntó. " Jamás pensé que el edificio se fuera a caer", recalcó la presidenta de la comunidad.

Para Fidel Fernández, la jornada de ayer fue un milagro. "Yo he vuelto a nacer", admitió el hombre, que lleva 22 años viviendo en el sur de Tenerife. "Salí a las ocho de la mañana a tomar un café porque tenía que hacer unas cosillas y como estoy enfermo del corazón no puedo caminar rápido. Generalmente, salgo a la hora en la que se derrumbó", aseveró.

Instantes después llega una conocida del barrio y se sienta al lado de ambos. Ánima la recibe con los brazos abiertos y una frase que lo sintetiza todo. "Me quedé sin casa", le dice sin dramatismos. A Fidel le suena el móvil. "Hombre, qué pasó. Sí, sí, me quedé sin casa. Se ha caído", confirma.

Un grupo de chicas marroquíes charlaban entre ellas a unos metros de distancia. Son todas amigas de Hanan, una joven de 28 años, casada y con dos hijos, que vivía en el inmueble que se desplomó. "Su marido la está buscando desde la mañana pero no aparece. Sabemos que fue a llevar los niños al colegio y volvió a su casa. Ella generalmente aprovechaba y se acostaba un ratito. Pero no sabemos nada. Su móvil suena pero no contesta", comentaron cargadas de preocupación.

Ánima asegura que la desgracia de ayer no fue a más gracias que el bar El Escondite, que había debajo de su casa cierra los jueves y a que el supermercado oriental había cambiado el horario recientemente y abría a partir de las once.