"Hace 13 años comenzaron a salir grietas en el edificio". Eso reveló ayer Coromoto Arvelo, de 57 años, propietaria del ático, que resultó herida en el derrumbe del jueves, al hablar de las posibles causas del suceso. Según relató, la comunidad hizo entonces una reclamación para que hiciera un informe. "Presentamos todos los papeles y los planos a aparejadores y arquitectos de Santa Cruz. Entonces vieron que el edificio tenía bastante cemento y bastante hierro. Tenía cimientos que eran como antiquísimos. Una barbaridad de bien hecho. Ellos dijeron que estaba bien", zanjó al hablar sobre el inmueble construido por su tío a mediados de los setenta. Los planos que ella guardaba del inmueble serán ahora una prueba para la investigación abierta por la brigada judicial de la Policía Nacional. "Ya les dije a los agentes dónde los tenía y los van a buscar", agregó.

Los dos heridos por el derrumbe del edificio Julián José de Los Cristianos, que continúan ingresados en Hospiten Sur, relataron ayer a la COPE las circunstancias que permitieron que salvaran sus vidas. Ellos son Coromoto Arvelo y Daniel Mercadante, italiano residente en la Isla, de 27 años, que trabajaba en el local de compra de oro ubicado en la planta baja del portal del inmueble que daba a la calle Amalia Alayón.

Mercadante detalló que estaba sentado dentro del negocio de la planta baja cuando escuchó un fuerte crujido. Se levantó de golpe y vio que la pared de detrás suyo se estaba agrietando. Intentó huir pero todo sucedió tan rápido que no atinó a mucho. "Di tres pasos y se abrió un agujero en el suelo que me hizo caer al sótano. El piso se abrió en dos. La mitad de la tienda desapareció y la otra cayó al sótano. Creo que esos pocos pasos fueron los que me salvaron la vida porque si no estaría debajo de los escombros", detalló convencido de ser protagonista de un "milagro. No era mi destino", recalcó.

Tras caer quedó atrapado de la cintura para abajo. En ningún momento perdió la consciencia. "Pude gritar pidiendo auxilio hasta que llegaron los bomberos y conseguí que me sacaran". Quedó a un metro y medio del nivel de la calle pero tenía luz porque había un agujero. En aquellos difíciles momentos sintió que toda su vida le pasaba por delante. "Desde donde estaba podía ver que la fachada principal mía no se había caído del todo y tenía miedo de que siguiera desprendiéndose lo que quedaba del edificio. Pero gracias a Dios no pasó eso", recordó.

La tienda de Mercadante lindaba de un lado con la floristería Ánima, de Ánima Marrero, presidenta de la comunidad de vecinos, y por el otro con la antigua sucursal de Banesto, donde el joven italiano confirma que se estaban realizando reformas. "Hacía varios días que se escuchaba que estaban haciendo obras", precisó.

A las 9.31 horas del jueves Coromoto estaba en la azotea. Había salido del ático porque escuchó golpes. "Me asomé y vi a un chico que estaba picando por encima de las cristaleras, en el callejón. Iba a bajar a enfadarme con ellos", admitió al relatar que cuando se enteró que iban a hacer obras en el espacio comercial del bajo les ofreció a los responsables darles los planos del edificio. "Pero ellos me dijeron que no, que sabían lo que tenían que hacer", aseveró.

Preocupada por lo que lo que había visto desde la azotea estaba dispuesta a bajar para hablar con los obreros y en cuanto se soltó de la barandilla las cinco plantas que tenía debajo se desmoronaron bajo sus pies. "Fue como en las películas. Vi que el suelo se abría, no tenía de dónde cogerme y me caí sobre los escombros", señaló. Cuando se recuperó del shock, comenzó a pedir auxilio. "Estoy aquí, ayúdenme", gritaba. El silencio que se generó después del desplome del edificio ante la mirada atónita de los testigos hizo que su pedido de auxilio se escuchara tanto que hasta Daniel, que estaba atrapado en el sótano, la oía.

"La caída fue horrible, la verdad. Era un hueco negro. Lo que no sentí fue dolor. No sé si hubo alguien que me protegió pero al caer sobre los escombros no sentí dolor. No sé si perdí el conocimiento o si tengo algún ángel que hizo que no sufriera". El primero que acudió en su ayuda fue su yerno, que vive cerca, y minutos después los bomberos. "Fue muy rápido todo", añadió. "Y aquí estoy, dando guerra", subrayó reconocimiento que rememorar lo sucedido no le resulta fácil, sobre todo "por los que se quedaron detrás".

Respecto a las posibles causas del desplome del edificio Amalia Alayón apunta directamente a las obras de la antigua sucursal bancaria para convertirla en una tienda de productos de peluquería. "El problema fue que empezaron a quitar paredes. Por eso el edificio se fue hacia ese lado. En las fotos se ve. Mi ático no se cayó porque está pegado hacia el otro lado. Lo que quedó en pie es lo que tiene paredes y cimientos debajo", concluyó.