La Corucha, como conocían en Cuesta Piedra a la mujer que falleció en la noche del miércoles a manos de su pareja, paseó por el barrio de Santa Cruz de Tenerife pocas horas antes de ser asesinada. En esa ocasión, destacan todos aquellos que la vieron, "iba muy guapa, estaba arreglada y llevaba dos vasos con café en la mano". Durante el paseo, un comentario llamó la atención de sus conocidos: "Lo encerré en el baño y coloqué un mueble delante de la puerta, así que hoy no me mata". A pesar de ello, cuando la chicharrera de 50 años de edad volvió a casa, su pareja había conseguido salir del aseo y comenzó una nueva pelea en el número 23 de la calle José Luis de Miranda.

Esta pareja se conoció hace más de una década mientras cumplían condena en la cárcel. Tras quedar en libertad, comenzaron a vivir juntos, y pronto comenzaron las discusiones. Hace unos diez años, relatan vecinos como Verónica Sánchez, quien vive en la casa junto a la que se produjo el asesinato, una fuerte pelea acabó con ambos encarcelados. Durante ese enfrentamiento, los dos sufrieron heridas debido a los martillazos que se propinaron mutuamente y la mujer tuvo que ser ingresada en la UVI. Ella tuvo que pasar unos cuatro años en la cárcel, mientras que la condena del hombre fue de unos ochos años.

Verónica Sánchez explica que, cuando La Corucha volvió al barrio declaró que no quería volver a ver al que había sido su pareja durante varios años. "Pero un día ella volvió a casa y vio que alguien había roto la cerradura. Cuando entró en la casa, él estaba dentro", recuerda Sánchez. Desde entonces, las discusiones fueron cada vez más violentas.

"Ella debería haberlo matado a él", sentencian los vecinos de Cuesta Piedra, quienes destacan que la víctima siempre hizo frente al agresor. Aunque ella no era tan fuerte físicamente como el presunto asesino, "no dudaba en plantarle cara a gritos y, si tenía que tirarle algún objeto para evitar que él se le acercara, así lo hacía", comentan.

Aunque el presunto asesino llevaba muchos años viviendo en este barrio, nadie lo conocía demasiado bien. Era peninsular y toxicómano, era es la descripción más completa que logran realizar los vecinos de Cuesta Piedra. Muchos de ellos aseguran que "tenía muy buena presencia, pero había algo en él que lo hacía parecer malo".

A pesar de la tristeza que embargaba ayer a los vecinos de Cuesta Piedra, muchos coincidían en que "era algo que se veía venir desde hacía tiempo". Todos se habían convertido en su familia puesto que la víctima compartía con ellos todas las discusiones que tenía con su pareja aunque, recuerdan que era difícil no conocer la situación de la pareja puesto que oían las peleas que tenían lugar cada noche en su casa.

"Era buena persona, aunque estaba un poco loca, en parte porque había sido toxicómana desde hacía muchos años. Ahora estaba bajo tratamiento psiquiátrico y también se habían enganchado a las pastillas", explican los vecinos, quien cariñosamente llamaban a la víctima Curu.

La víctima de la violencia de género se crió en Cuesta Piedra con su familia pero en los últimos años era ella la única que seguía vivienda en esta barrio, puesto que se había distanciado un poco de sus parientes más cercanos. 'Son muchos los vecinos que recuerdan ahora la juventud de esta santacrucera en el barrio de Cuesta Piedra. Algunos de los que son más jóvenes que ella aseguran que fue como una madre, que los crió y jugó con ellos durante años. Los corrillos que se forman cada mañana en los portales de las viviendas cercanas a la calle José Luis de Miranda -de los que la víctima formó parte en infinidad de ocasiones- tenían ayer un tema bien definido.

Los que salían a dar un paseo lo hacían con una fotografía de la mujer en la cartera, a modo de pequeño homenaje, y como una forma de no olvidar jamás a La Corucha. "Pensábamos que iba a ser ella quien iba a terminar matando a su novio", sentencian apenados los que cada día veían como la víctima caminaba por las calles de Cuesta Piedra, esas que ella no volverá a pisar.