El pasado día 30 de mayo del año actual, por la mañana, sonó una llamada de teléfono que nunca debió efectuarse. Me informaban con esa llamada de que Vitaliana Santana Tejera había fallecido. La noticia me cayó como un mazazo en la cabeza. Al principio me negué a creerlo. Sin embargo, luego la realidad se imponía, era verdad.

Era Vitaliana Santana Tejera una gran mujer, buena esposa y gran madre de sus hijos, mujer cordial siempre alegre con una sonrisa en los labios y la simpatía que siempre la caracterizó. Pero Dios, un poco egoísta, se la llevó muy pronto con Él. ¡Dios mío ¿por qué siempre te llevas a los mejores?!

En estos momentos que escribo estas líneas las lágrimas de mis ojos se conjugan con la tinta de mi bolígrafo. Sin embargo, una voz que sale de mi interior me dice: "¡Tienes que seguir!" El día que te fuiste la Virgen de Candelaria, ésta a la que tanto amaste y respetaste, seguro que te cobijó bajo su manto y te llevó a los Cielos donde los ángeles te dijeron: "¡Bienvenida, Vitaliana, te estábamos esperando!" A tu esposo, Manuel, a tus hijos Caraly, Estefanía y Antonio, y al resto de tu familia, sé que toda palabra de consuelo que yo dijera aquí sería inútil pero Dios consuela a todos.

Tenía Vitaliana Santana Tejera tantos amigos que el día de su sepelio se demostró, en el cementerio y tanatorio, que medio Ingenio estaba allí.

Y para terminar, te pido, Vitaliana Santana Tejera, un favor: ruega por todos los tuyos y para mí ruega una oración que falta me hace y hasta que nos volvamos a ver. Sólo me resta una cosa, decirte: "Hasta luego, amiga y compañera".