Airam Vadillo Larios nació hace treinta años en Santa Cruz de Tenerife; a los dos se mudó a Maspalomas y con dieciocho se trasladó a Valladolid para estudiar enfermería. Hijo de padre castellano y madre extremeña, acabó su formación en Salamanca donde se licenció como psicólogo. Con los años decidió que su vida estaba fuera de las Islas que le vieron crecer; lejos de la Castilla que le formó. Probó en el mundo de la cooperación. Viajó a Kenia y se enganchó. Después estuvo en Sierra Leona durante la crisis del ébola. Le siguió una pequeña y dura experiencia en Sudán del Sur, donde trabajó en un hospital y en el módulo de psiquiatría de una prisión en medio de una guerra civil. "Allí tienen a muchos pacientes y convictos atados con cadenas y grilletes", cuenta. Y, por último, decidió volar con Médicos del Mundo a Ecuador después del terremoto del pasado mes de abril. "Los ecuatorianos ya saben lo que es vivir otras catástrofes naturales, aunque nunca vivieron un terremoto de esta magnitud", comenta a través de internet.

Esos fenómenos de los que habla tiene que ver con El Niño, que ha hecho que sepan afrontar una desgracia que ha dejado, hasta el momento, más de 600 muertos. "El manabita -habitante de la provincia de Manabí, afectada por el terremoto- es una persona fuerte y aguerrida, y en momentos como éste sale la solidaridad de toda la población", señala Vadillo, quien admite que durante los meses que lleva en la zona ha comprobado cómo estos habitantes poco a poco salen adelante tras la tragedia. "Son personas resilientes, es decir, poco a poco se sobreponen ante la adversidad y salen más fortalecidos que nunca". Aunque este cooperante recalca esa fortaleza, apostilla que el sismo les cogió desprevenido y por ello han necesitado de tratamiento psicológico. "Pese a que la ayuda médica fue rápida y coordinada, no fue así el apoyo psicosocial, razón por la que estamos aquí y continuamos en julio".

El trabajo de Airam Vadillo consiste, como explica, "en cuidar a los que tienen que cuidar a la población directa". "De esta manera", continúa, "hacemos sesiones de ventilación emocional para que los trabajadores que atienden a la población directa puedan hacer su trabajo de mejor manera". Otra de sus funciones es formar a los profesionales ecuatorianos. "También intervenimos en albergues y en las universidades de Quito y Manta, aportando formación sobre primeros auxilios y apoyo psicosocial en emergencias".

Vadillo señala que aún quedan muchas secuelas de aquel trágico día. "Hay personas que continúan en albergues sin viviendas, servidores públicos con sobrecarga de trabajo, sin periodos de descanso ni rotaciones; víctimas que están viviendo un duelo por la pérdida de familiares cercanos y de una forma dramática". Pero también quiere ver las cosas de otro color: "El terremoto da un mensaje positivo, el de la unidad y apoyo familiar y entre los trabajadores, así como la solidaridad entre ellos". Y es que, como prosigue, "los ecuatorianos se posicionan como supervivientes de un terremoto y no como víctimas, y eso marca la diferencia y determina la pronta recuperación. Un rol víctimas es pasivo, de resignación hacia la vida. La mayoría de los manabitas se consideran supervivientes, que luchan ante la adversidad y salen más fortalecidos que nunca, que su actitud tiene importancia y que pueden salir adelante por sí mismos".

Este psicólogo canario lleva ya tres meses en Ecuador, pero la decisión de poner rumbo al suroeste tampoco fue fácil, como reconoce. "Estaba en Valladolid, descansado de la intervención en Sudán del Sur porque la verdad que necesitaba una desconexión dado el duro trabajo allí por la guerra civil, nada que ver con una catástrofe natural como en Ecuador", apunta. Pocos días después de aquel 16 de abril que la naturaleza hizo temblar la tierra en el país, Médicos del Mundo se puso en contacto con este profesional ante la posibilidad de que se organizara una intervención psicosocial. "Finalmente, el lunes 25 de abril nos confirmaron que aprobaban la intervención. Tuve como media hora para decidirme si descansaba más tiempo o bien volvía a otra intervención. El caso es que me conozco y sé que no puedo decir que no, así que casi sin descanso me vine para acá y honestamente ha sido una gran decisión".

Y allí seguirá hasta que haga falta porque, como apostilla, "aún queda mucho trabajo por hacer, sobre todo a nivel psicosocial, razón por la que estamos aquí. Pero creemos que una vez que el caos y la emergencia desaparezcan y vuelva la rutina y la normalidad de forma paulatina, la costa manabita tendrá ese futuro que bien merece".