El campanario del siglo XIII es el único edificio en la calle principal de Amatrice que observa los escombros a los que ha quedado reducida una de "las ciudades más bonitas de Italia" después de que un terremoto de 6,3 grados en la escala Ritcher provocara, a las 3.38 horas de la madrugada del miércoles, la muerte de al menos 120 personas. Emilio Fraile, fotógrafo de La Opinión-El Correo de Zamora, que se encontraba cerca de la región, no dudó en desplazarse hasta el lugar de la catástrofe para retratar con su cámara la devastación que sufrió la localidad italiana. "No había visto nada así en mi vida. Todas las casas habían caído sobre su propio suelo", describió nada más llegar a Amatrice.

Polvo y silencio. Las últimas curvas antes de llegar al epicentro del seísmo reflejaban el "miedo" y la "inseguridad" de los habitantes, que caminaban por los arcenes de la carretera en una especie de huida por temor a vivir una réplica que les hiciera volver a experimentar una de sus peores noches.

El polvo ya lo envolvía todo. "Las gafas se me empañaron nada más bajar del coche y lo más impactante era el olor a cascotes", describe el fotógrafo. Pero si había algo por encima de los metros de casas derruidas, ese algo era "el silencio". "No había lloros ni gritos desesperados". Los que se sentaban en la puerta de la iglesia esperando a saber de sus familiares sólo miraban desconcertados sus casas intentando explicarse lo que había ocurrido. "Lo más chocante era la actitud de la gente, que parecía estar en estado de shock. Era un silencio extraño", relata Emilio Fraile.

"Estaban abatidos, agotados y, probablemente, hasta cansados de llorar por sus familiares y el pánico de los temblores", añade el reportero.

Ni siquiera los bomberos dejaban escapar un solo ruido mientras buscaban supervivientes. En el caso de necesitar cualquier herramienta, bajaban de las montañas de cemento para cogerla ellos mismos y evitar cualquier grito. Hasta el roce de los escombros sonaba demasiado alto en aquellas calles mudas. "Los equipos de rescate pedían silencio a los testigos con el fin de escuchar un alarido de socorro bajo las viviendas derruidas", cuenta.

Solidaridad

Sin embargo, la confusión general no evitó que los vecinos proporcionaran todo tipo de víveres a aquellos que lo necesitaban. Todos acudían al supermercado de la plaza, donde se encontraban los restos de una de las cien iglesias del pueblo, para hacerse con los alimentos. "Una mujer que vino llorando detrás del cuerpo de un familiar apareció tras varios minutos con un carro de la compra a rebosar", narra Fraile.

"Llegaron también camiones con baños portátiles y la Cruz Roja con varios kilos de provisiones", añade. Los trabajadores de una empresa de construcciones también se acercaron, uniforme en mano, a las zonas más difíciles para ayudar en las labores de rescate. Incluso el joven cura del pueblo, con la camisa desabrochada y el alzacuellos descolocado, se acercó a socorrer a los más afectados a pesar del shock que sufrió al darse cuenta de que su iglesia no había sobrevivido a los fuertes temblores.

Afortunadamente, tras dos horas de trabajo sin pausa con martillos hidráulicos y motosierras, un superviviente consiguió ver la luz del sol de media tarde a través de los varios metros de escombros que lo sepultaban. Sin embargo, ningún familiar le esperaba fuera. "Lo más probable es que la familia de ese señor esté muerta debajo de la casa, porque los que esperaban por sus familiares esperaban todos en la zona de la iglesia", explica Emilio Fraile. "Un carabinieri que vino a cargar su móvil en nuestro coche nos contó que ya habían liberado, al menos, 72 muertos".

Amatrice, de unos 2.600 habitantes, es uno de los municipios más afectados por el seísmo y las 131 réplicas de distintas magnitudes que se fueron repitiendo en el día. Considerada punto de peregrinación, albergaba monumentos arquitectónicos bien conservados. Además del patrimonio histórico, está ubicada en un paraje natural único, concretamente en el parque nacional de los Montes Sibilinos y el del Gran Sasso y montes de la Laga, un destino de interés para quienes desean disfrutar de la montaña y los lagos en Italia.

Sin luz y con las líneas telefónicas colapsadas, los equipos de rescate -conformados por Protección Civil, policía local, policía nacional, militares y carabinieri- continuaron trabajando durante la noche, y así harán durante varias semanas. "Mientras esperábamos en un atasco provocado por los cortes en la carretera, varios camiones con generadores y focos se dirigían hacia Amatrice", describe Fraile.

"Más que un pueblo, parecía una zona de guerra destruida en pleno combate". Además, la Cruz Roja italiana dispuso un hospital de campaña y dos camiones cargados con material para que los habitantes pudieran pasar la noche bajo techo.

Lo único que se mantiene inalterable a tantas horas de trabajo e inquietud es el reloj de la Torre Cívica, congelado en la hora exacta de la noche en la que Amatrice pasó de ser una turística ciudad medieval a un escenario que recordaba a la catástrofe de Pompeya que, paradójicamente ocurrió en la misma fecha 1.937 años atrás.