"Todavía me van a llamar Miss Terremoto", admite la ovetense María Emilia Juan López. En abril del año pasado estaba celebrando su trigésimo cumpleaños en Katmandú cuando se produjo el devastador seísmo de Nepal, con más 7.000 muertos. "El edificio se balanceaba de un lado a otro, literalmente saltaba sobre sí mismo", aseguraba por aquel entonces, tras cruzar una ciudad devastada y observar cómo los nepalíes quemaban decenas de cadáveres. Ayer de madrugada estaba muy lejos de la capital nepalí. Dormía en Perugia, donde reside, y volvió a sentir cómo la tierra se movía bajo sus pies. La capital de Umbría está a 120 kilómetros del epicentro del terremoto de Amatrice, pero el temblor se sintió "muchísimo". "Sentimos un golpe fortísimo, nos despertamos todos y salimos corriendo del edificio. Enseguida me di cuenta de lo que estaba pasando", asegura esta joven, a la que le resulta "increíble" haber pasado en tan poco tiempo por dos experiencias tan parecidas.

Las réplicas han sido numerosas. "Una la sentimos cuando estábamos en el parque que hay junto a mi casa. Evidentemente no volví, sino que me quedé durmiendo en el coche. Entonces hubo otra réplica más fuerte, de 5 grados en la escala Richter. Y después, a la hora de comer, sobre las dos menos diez de la tarde, volví a casa y hubo otra réplica. La tierra se mueve", añade.

Nunca había vivido un terremoto en Italia, donde lleva viviendo nueve años. "Es esta zona son muy habituales, estamos en el corazón de los Apeninos. Por aquí aún recuerdan el terremoto de Colfiorito, en septiembre de 1997, que causó fuertes daños en la basílica de San Francisco de Asís", asegura María Emilia Juan. "Estoy tranquila. Aquí en Perugia se construyen edificios antisísmicos. El problema son las ciudades históricas, como Amatrice, que no están preparadas", lamenta esta ovetense, que el mes que viene viajará a su ciudad natal. "Espero que no haya ningún terremoto", dice.

En cambio para la ovetense Beatriz Sanz Corujo el de ayer fue su tercer terremoto desde que está en Italia. Esta vez desde Roma. "A mí me despertó; la cama se movía bastante, por tanto lo sentí muy bien", relata esta abogada, cuyas ocupaciones laborales la llevan a simultanear estancias entre España y la capital italiana. "Me levanté e imaginé lo que pasaba porque ya noté también el terremoto de Aquila. La sensación fue parecida", comentó Beatriz Sanz.

"Lo que no pensé en esos instantes es que se hubiera producido otro desastre, luego ya me enteré de que hay pueblos totalmente destrozados como Amatrice", explica la letrada asturiana. "También comprobé que había agitación vecinal, por lo que era casi seguro que se trataba de otro terremoto. Desgraciadamente aquí es bastante habitual", reconoce Beatriz Sanz, que en esta ocasión no salió a la calle. "Aquí la intensidad no fue para tanto, hubo un poquito de miedo pero no hasta tal extremo. Luego depende de las zonas de la ciudad, pues hay zonas donde se ha sentido más que en otras".

La abogada española, que hace años ya sintió en Milán otro movimiento sísmico, admite que esas experiencias previas la ayudan a encajar la situación. "Italia es un país muy sísmico. Lógicamente te produce intranquilidad inicialmente, pero una vez visto que el temblor no seguía no me produjo mayor tensión, aunque no es nada simpático que se produzca de noche".

Donde sí se vivió una tensión sin límites fue en las ciudades más directamente afectadas por el brutal temblor: Amatrice, Norcia, Accumoli, Pescara y Arquata del Tronto. En el hospital Grifoni de Amatrice había catorce personas ingresadas, entre ellas Paola Mancini, de 79 años. "Ha sido una sacudida larga y terrible. Hemos tenido miedo, nos hemos quedado paralizados", aseguró. "Ha habido momentos de pánico, pero los enfermeros han sido muy profesionales en la evacuación", indicó la mujer, que se despertó en plena madrugada por los gritos: "¡Corred, fuera!"

Una vez fuera del hospital, Paola Mancini se dio cuenta del drama que estaba viviendo al ver llegar la primera ambulancia con un hombre cubierto de sangre que no paraba de llorar: "Mi mujer ha muerto, nuestra casa se ha derrumbado". Uno de los primeros en desplazarse a Amatrice fue el obispo de Ascoli Piceno, Giovanni D'Ercole. Lo primero que hizo el prelado fue bendecir los cuerpos de dos niños muertos bajo los escombros.

"El espectáculo es desolador. Cuando llegué con las luces del alba vi un pueblo destruido, gritos, muertos. No sabemos cuántos son. Estamos verdaderamente en una situación desesperada y no somos el único pueblo", lamentó el obispo en declaraciones a Radio Vaticana. En Pescara del Tronto se hablaba ayer por la mañana de un centenar de desaparecidos. Los equipos de rescate consiguieron salvar a dos niños de 4 y 7 años que estaban bajo la casa de sus abuelos. La mujer pudo ser rescatada viva, no así el abuelo.

La Stampa dio cuenta de la muerte en el hospital Ascoli Piceno de una niña de año y medio, Marisol Piermarini, que había sido rescatada de los escombros. La madre se había trasladado a esta ciudad en 2009 tras vivir en primera persona el devastador terremoto de Aquila. En el hospital de Ascoli Piceno también se encontraba ingresada una joven que describió escenas terribles: "Se oían gritos bajo los escombros que pedían ayuda. Mis padres están heridos, pero vivos. Mi madre tiene el brazo roto y un golpe en la cabeza que por fortuna no es grave. Pescara es un matadero".

En la localidad de Accumoli, la destrucción no es menor. "Aquí solo se oye a los gatos", confesó Guido Bordo, de 69 años, cuya hermana estaba sepultada bajo los escombros. "No da señales de vida", indicó sin consuelo. El alcalde de Accumoli, Stefano Petrucci, fue dando un recuento de fallecidos. "Acaban de encontrar los cuatro cadáveres de una familia que estaba desaparecida. Y en Arquanta del Tronto, los bomberos rescataron el cuerpo sin vida de un bebé.

Una niña de diez años fue rescatada con vida y en buenas condiciones después de pasar más de 16 horas bajo los escombros de una casa destrozada en Pescara del Tronto. En la misma casa, pocos minutos más tarde se recuperaba el cuerpo sin vida de otra niña de cinco años. Los servicios de emergencia siguieron trabajando tras caer la noche.

Entre los fallecidos hay numerosos niños y jóvenes, según confirmó el obispo de Rieti, Domenico Pompili, que explicó cómo se trata de localidades donde veranean muchas familias con sus hijos. También hay decenas de niños entre los más de 368 heridos sólo en los pueblos de Amatrice y Accumoli, como confirmó la ministra de Sanidad, Beatrice Lorenzin, al salir del hospital de San Camillo de Lellis en Rieti.

"Hay muchos niños. Muchos. Estos son los lugares donde los romanos venimos con nuestros hijos, nuestras familias son originarias de estos lugares y había muchísimos abuelos con sus nietos", dijo entre lágrimas.

Los más pequeños

Entre los muertos de Accumoli se encuentra Andrea Tuccio, su mujer, Graziella Torrone, y sus dos hijos, Riccardo y Stefano, de 8 años y siete meses, que tras horas de búsqueda fueron encontrados sin vida entre los escombros de su casa. Entre los niños fallecidos también se encuentra Andrea Serafini, de siete años, rescatado con vida, pero que murió mientras era trasladado en helicóptero a Roma, mientras que su hermano gemelo, Simone, está hospitalizado en gravísimas condiciones.

Por su lado, Michele Nardella, que lleva 30 años residiendo en Maspalomas, en Gran Canaria, es natural del Gargano, en la provincia de Foggia, y se levantó ayer sobrecogido por la noticia del terremoto. "Mi familia vive muy cerca de donde se ha producido el seísmo, pero gracias a Dios, no les ha pasado nada", cuenta aliviado. No obstante, sabe que "la gente no se atreve a volver a sus casas y está muy asustada", a pesar de que están acostumbrados. El propio Nardella vivió el que se produjo en la región italiana de Umbría, en el año 1997.