Más de dos semanas después de la desaparición de Diana Quer, poco se sabe del paradero de esta joven madrileña de 18 años, estudiante de segundo de Bachillerato. Sus padres, Diana y Juan Carlos, han dejado A Pobra do Caramiñal (La Coruña), donde la muchacha estaba veraneando con su madre y con su hermana, Valeria. En este municipio fue vista por última vez, el 22 de agosto, cuando salió por la noche para disfrutar de la romería del Carme dos Pincheiros.

Al dejar el chalé en el que estaba pasando sus vacaciones, Diana -1,75 metros, pelo largo, liso y moreno; ojos oscuros y 55 kilos- llevaba un pantalón corto rosa, camiseta blanca, sudadera y unas zapatillas negras con cordones: esta es la descripción que fue facilitada cuando se constató su ausencia, pero hay un testigo que asegura haberla visto mucho más tarde y con otra ropa.

Según fuentes de la investigación, la secuencia de su desaparición se iniciaría a la 1:21 horas del pasado domingo día 22, cuando la madre de Diana, que la había dejado esa noche a las 22:30 horas en el céntrico parque Valle Inclán para ir a la romería, le preguntó por teléfono si quería que la recogiese.

Entonces la adolescente -resode en una lujosa urbanización de Pozuelo de Alarcón (Madrid)- le contestó que volvería a casa por su cuenta. A las 2.43 horas, Diana envió un mensaje a un amigo explicándole que estaba "acojonada", porque alguien le había dicho, "Morena, ven aquí". Media hora después de esa comunicación, alguien la vio de nuevo en los jardines del parque Valle Inclán. Además, a las 7:30 horas hay otra mujer que asegura que se la encontró, pero con un mono negro como vestimenta.

Divorciados

Las pesquisas se indaga si la todavía desaparecida pudo haber regresado a su casa y luego volver a salir, aunque sin portar el DNI ni más dinero que los 20 euros que tenía. Fue esa mañana del 22 de agosto, sobre las 8:30 horas, cuando la madre de Diana se percató de que su hija mayor no estaba en casa y, después de varias llamadas, presentó una denuncia ante la Guardia Civil.

Su padre, Juan Carlos, un empresario de desahogada situación económica ligado al sector inmobiliario y del automóvil -se ha barajado que la desaparición fuera un secuestro-, se desplazó a Galicia: la pareja está divorciada desde hace cuatro años, y él se hallaba en Madrid.