Este martes, 25 de octubre, por la mañana, falleció Eva María Reglero Caramanzana, notaria de Las Palmas de Gran Canaria, después de una dura batalla contra el cáncer.

Eva nació en 1971 en una de las ciudades históricas de Castilla la Vieja, Medina de Rioseco, feudo los Enríquez, Almirantes de Castilla, uno de los lugares desde donde España se abrió y se esparció por el mundo. Y, como buena castellana, hizo lo mismo.

Licenciada en Derecho por la Universidad de Valladolid, según terminó la carrera empezó a preparar las oposiciones a notarías. Nos conocimos "haciendo pasillo", o sea, esperando para examinarnos. Y aprobamos juntos la oposición. Empezó, como todos, por un pueblo: Barbastro, en Huesca. De ahí pasó a Fraga, en la misma provincia, pero en el límite con Cataluña. Estando en Fraga preparó, y aprobó, las difíciles y prestigiosas oposiciones entre notarios, por las que accedió a la ciudad de Ávila. Y de Ávila, por concurso de traslados, llegó a Las Palmas en 2008.

En Las Palmas, tanto ella como su marido, Francisco de Asís Pino Merino, arraigaron pronto y lo hicieron bien. Sus hijos, Fran y Guille, vinieron pequeños y aquí se han criado. Siempre decía, riéndose, "estos hijos míos ya son canarios".

Eva, por su vida lo pueden intuir, era una persona tenaz y perseverante, firme en sus principios y, a la vez, cariñosa, sincera, humilde, prudente y tolerante. Siempre tenía la risa y la sonrisa en la boca. Era increíble ir con ella a cualquier sitio, porque se iban abriendo todas las puertas. La semilla que iba dejando daba fruto. Deja muchos amigos en esta tierra.

Era una cristiana sincera y así ha muerto, ungida con los mismos óleos que recibió en el bautismo y en la confirmación, para hacer el tránsito a la vida perdurable. Estando ya enferma, su única hermana, Belén, se quedó embarazada. A Eva no le cabía la alegría en el cuerpo y me dijo, con la mayor naturalidad, sin dramatismo: "¿ves cómo Dios hace las cosas bien? Se lleva a una, pero trae a otro".

El hueco que deja no se podrá llenar, sobre todo para su marido, sus hijos, sus padres y su hermana. Pero hay que pensar que, seguramente, está bien que sea así, porque ese hueco es también la huella que hay que seguir.

El lunes, cuando ya entró en la agonía de la muerte, se levantó el día lloviendo. Parecía que nuestra isla se quería despedir de ella. Me acordé de que ese día se celebra la festividad del padre Claret y de las últimas palabras del Padrito antes de dejarnos: "Los canarios me han robado el corazón". Pues eso es lo que nos ha pasado a los canarios con Eva: que nos ha robado el corazón.