Los dos sistemas automáticos de seguridad del Teleférico del Teide recibieron el pasado miércoles, a eso de las 13.35 horas, una señal de emergencia que hizo que inmediatamente activaran los frenos de ambas cabinas, con unos pocos segundos de diferencia entre una y otra señal. De esta manera, quedaron detenidas cuando la que descendía se acercaba a la estación principal -tras superar las cuatro torres- y la que ascendía se encontraba entre la tercera, la cuarta y la última torre.

¿Por qué se activaron los frenos? Es exactamente lo que investigan ahora los responsables de la empresa que gestiona el Teleférico. Se sabe con certeza que no fue por el tiempo, pues en ese momento había sol y las rachas de viento no superaban los 40 kilómetros por hora. Hay que tener en cuenta que estos dos sistemas automáticos responden cuando las rachas superan los 70-75 kilómetros por hora. También se sabe a ciencia cierta, a través del repaso del archivo de los datos, que tampoco se accionó el tercer sistema de seguridad, el manual, que acciona el cabinista cuando observa que la situación lo requiere.

La principal hipótesis que barajan los técnicos es que se pudo producir una señal falsa de emergencia. Es algo completamente inusual que puede deberse a algún tipo de problema en los sensores y en otros puntos de la maquinaria. Es tan inhabitual que nunca en los 46 años de historia del funicular tinerfeño había ocurrido algo así y menos que tuvieran que ser rescatadas tantas personas: un total de 238, de las que 93 tuvieron que hacer noche en tres puntos de la cima de España.

Y tan inusuales son esas señales como lo que ocurrió justo después de que se detuvieran en seco las cabinas. La inercia del frenazo hizo que uno de los cables se montara sobre el otro, motivo por el cual las cabinas no pudieron reemprender la marcha. Esto solo ha ocurrido cuando han pasado por el Parque Nacional tormentas con vientos de más de 100 kilómetros por hora y existe un método protocolarizado para recolocar los cables.

Sólo una vez anterior hubo que evacuar a turistas de las cabinas pero no fue por una avería, sino por una ventisca.