La pequeña fue degollada y, además, tenía una segunda herida de arma blanca en el pecho, cerca del corazón. Para vengarse de su mujer. Así de claro fue en los primeros minutos de su detención el hombre de 28 años detenido en Alzira tras degollar a su hija con un cuchillo en la tarde del domingo mientras la pequeña dormía en su cama. Laurentiu Mihai D., de 28 años de edad, confesó a los agentes y a los médicos en los momentos inmediatamente posteriores al crimen que había matado fríamente a su hija de dos años como acto de venganza contra su mujer, que había decidido poner fin de una vez por todas a una relación tóxica desde hacía mucho tiempo.

La enésima discusión entre la joven y el ahora detenido se produjo el domingo, después de comer. La niña estaba acostada y el hombre volvió a amenazar a su mujer en mitad de una fortísima discusión. La chica, harta de la situación, decidió que no podía más. Optó por no despertar a la pequeña para no asustarla y salió de casa con la intención de ir a la comisaría de la Policía Nacional en Alzira para denunciar el maltrato y las amenazas constantes que llevaba tiempo soportando. No llegó.

Cuando estaba aún en camino, la llamó un familiar para decirle que su marido se acababa de caer desde el balcón y que aseguraba haber matado a la pequeña. La joven se dio la vuelta y regresó corriendo a casa. Cuando llegó, ya encontró el revuelo de los vecinos y decenas de policías en la entrada de la finca.

Varios agentes se ocuparon de ella y evitaron que subiera a su casa, como era su deseo, para ver a la pequeña. Para entonces, una ambulancia se había llevado ya al presunto asesino al Hospital de La Ribera, con lesiones leves en la cabeza como consecuencia de la caída. Varios vecinos atestiguan que, en realidad, se descolgó desde su balcón al del primero y fue entonces cuando perdió pie y acabó cayendo sobre la luna delantera de un Citroën Xsara Picasso estacionado en la calle.

Tanto en ese momento, como de camino al hospital, Laurentiu Mihai confesó a todo aquel que quiso escucharle que había matado a su hija. Incluso, en el hospital y durante los primeros momentos en la comisaría de Alzira confesó sin reparos que había degollado a la pequeña para vengarse de su mujer «porque se quería separar de mí».

Hermetismo ante la policía

Tras colocarle varias grapas en la brecha de la cabeza, los médicos le dieron el alta y fue trasladado a los calabozos de la comisaría alcireña. A media mañana de ayer, ya con el grupo de Homicidios en pleno en la capital de la Ribera, fue llevado de nuevo a su domicilio, en el número 12 de la calle Padre Castells de Alzira, para que estuviese presente en el registro, en compañía de un abogado de oficio y de la comisión judicial.

Al término de esa diligencia, fue conducido de nuevo a comisaría, en cuyos calabozos permanecerá hasta que paso mañana a disposición de la juez de Instrucción número 6 de Alzira, que ha asumido el caso en funciones de guardia.

El presunto asesino se negó ayer tarde a prestar declaración formalmente, decisión que adoptó después de entrevistarse con su abogado.

En las horas anteriores, agentes de la Policía Científica recopilaron todas las pruebas contra Laurentiu en la minuciosa inspección ocular realizada en el piso, durante la cual también intervinieron el cuchillo empleado en el asesinato de la pequeña, que fue degollada y, además, tenía una segunda herida de arma blanca en el pecho, cerca del corazón, según el informe preliminar de la autopsia, practicada ayer por la mañana en el Instituto de Medicina Legal de València.

También la madre prestó declaración ayer ante los investigadores, a pesar de su profundo estado de conmoción. La mujer, según fuentes jurídicas, desgranó las amenazas y el maltrato sufrido en todo este tiempo, y que no se había atrevido a denunciar por miedo a la reacción del ahora detenido.