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Gastronomía

La hija del tiempo

La uva forastera blanca de La Gomera es una variedad única en el mundo que destaca por tener una antigüedad de cinco siglos y por su agradable acidez e intenso aroma

La hija del tiempo

Al mirarla y tocarla con la yema de los dedos podría pasar por una uva más. Sin embargo, cada uno de esos delicados óvalos verdosos encierra una traslúcida historia de cinco siglos de antigüedad y evolución frente a los alrededor de ciento cincuenta años que son comunes en sus hermanas europeas. La forastera gomera blanca es una variedad que ha irrumpido con la fuerza de un silbido en el mapa enológico gracias a que posee unas características únicas en el mundo. Su secreto fue revelado ante la comunidad científica con la utilización de una técnica muy similar a la que se usa para hacer los test de paternidad, aunque la certeza de su singularidad ya formaba parte de la tradición local y había sido reconocida incluso con un romance.

Todo comenzó con un hombre y una mujer. Sucedió cuando la doctora Francesca Fort y el doctor Fernando Zamorano, ambos pertenecientes a la Universidad de Rovira i Virgili de Tarragona y al frente de un equipo del Grupo de Investigación en Tecnología Enológica, se adentraron en las terrazas donde crecen las parras dispuestos a desvelar el misterio encerrado en el interior de las pequeñas esferas. Empezaron pinchando la madera de los sarmientos para extraer el ADN. A continuación sometieron las muestras a una PCR (Reacción de la Cadena Polimerasa), lo que se traduce como la amplificación seriada de una zona determinada del genoma. La ciencia había llegado al bancal.

Fort, Zamorano y el Tecnenol son un oráculo enológico. En su base de datos es posible encontrar información detallada sobre más de un millar de tipos de uva pertenecientes a una veintena de países. El siguiente paso tras la recopilación de las muestras de ADN y su mapeo consistía en compararlo con ese gigantesco muestrario. Fort y sus colegas Gemma Marsal y Nuria Boronat pensaron en un primer momento que debían haber cometido algún error cuando comprobaron que la forastera gomera desbordaba los parámetros. Pero no era así. Estaban en lo cierto: no había otra igual.

La forastera gomera es la orilla final de un viaje en el tiempo que comenzó cuando los primeros esquejes arribaron junto a los conquistadores de la Isla a mediados del siglo XV. Ellos llegaron con la intención de echar raíces. La forastera también. El aislamiento y el condicionante geográfico del accidentado terreno gomero fueron configurando una familia diferenciada que también es producto de mutaciones más o menos azarosas, de hibridaciones naturales y humanas, de la introducción de nuevas variedades y de su interacción con las mismas a lo largo de los siglos.

Uno de los factores definitivos para explicar la existencia de esta reliquia biológica y en cierto modo cultural es que su aislamiento la salvó de las garras de la plaga de filoxera que arrasó Europa haciendo casi una tabla rasa a principios del siglo XIX. Mientras, en esta esquina atlántica, la forastera continuaba escribiendo su fascinante historia acariciada por los alisios en las abruptas laderas de La Gomera y cuidada por las sabias manos de los hombres y mujeres del lugar, que habían convertido a la extranjera en una vecina más.

El sueño de probar algo exclusivo y extraordinario adquiere un matiz poderosamente real y embriagador cuando se trata de catar una copa de vino gomero elaborado a base de uva forastera. En estos momentos, y según los datos facilitados por el Consejo Regulador, se contabilizan 125 hectáreas dadas de alta, de las que entre un ochenta y cinco y un noventa por ciento están dedicadas a dar cobijo a esta peculiar forastera. La presidenta del consejo, Armenia Mendoza, explica que el trabajo de la entidad que encabeza se centra en "trabajar por los viticultores, los bodegueros y la isla de La Gomera". Y añade: "Somos como una familia y también me gusta decir que somos como un racimo de uva forastera muy apretado". Hoy por hoy el ente representa a quince bodegas y 230 viticultores que siguen dando vida a esta joya enológica.

Un vino de forastera evoca el paso del tiempo. En cada botella caben no en vano quinientos años. Este caldo tiene el aroma de lo misterioso, es profundo y con notas de futuro. La publicación internacional anunciada para este año de las conclusiones del estudio con toda profusión de datos situará como una de las niñas bonitas del escaparate nacional y mundial a una inmigrante que, como dice el romance, forastera la trajeron y forastera se quedó.

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