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Escapada

Un lugar entre la espuma y las ´nieves´

El lanzaroteño Francisco Sáenz (Franito) abrió su escuela tras una etapa en la élite europea del surf nos introduce en Famara

Un lugar entre la espuma y las ´nieves´

César Manrique extendía la red de su mirada de artista por el embarcadero mientras los marineros de Famara echaban las velas. Algunas de aquellas escenas llenas de viento y luz se plasmaron luego en sus obras. Uno de esos pescadores, Feliciano Tavío Martín, explicó en el libro Leyendas vivas cómo aquellos hombres que a veces comían garbanzos crudos a bordo a falta de otra cosa que mandarse a la boca sacaban los timples y las guitarras al final del día y compartían tragos de vino, también con el pintor. Esta esencia profundamente oceánica de Famara se sigue respirando hoy en día en un lugar situado a medio camino entre la espuma y ´las nieves´, el nombre que se da a las brumas que arrastran los alisios y que a veces se descuelgan del Risco como una cana y desmadejada cabellera.

Las barcas de pesca han cedido protagonismo al surf. Una de las personas que mejor representa el espíritu surfero de Famara es Francisco Sáenz, Franito, un joven con miles de maresías grabadas en el rostro. Franito contempló por primera vez a un grupo de surfistas en Puerto del Carmen, sobre una ola humilde en comparación con lo que descubriría gracias a su hermano mayor en Famara. Con diez años su padre le regaló su primera tabla y ya no hubo quien le bajara de la cresta de la ola: campeón del circuito insular a los catorce años, noveno en el campeonato del mundo júnior, campeón de Canarias absoluto en 2006 y 2007 y parte del ´top 20´ del surf europeo durante varios años.

Hace 16 años puso en marcha una escuela de surf que le ha consolidado como embajador de la zona junto a la organización del Teguise-Franito Pro Junior. Suspira profundamente cuando se le pregunta por Famara. Necesita tomar aire de tanto que podría contar: "Es una zona privilegiada porque tiene una playa preciosa de seis kilómetros y medio, con unas olas estupendas y varios rompientes rocosos, como la Playa de San Juan". Cada año pasan por sus manos y las de su equipo centenares de personas que quieren disfrutar del océano sobre una tabla. Muchos son niños que forman parte de una cantera del surf y de la vida en un sitio donde el cielo se refleja sobre la arena mojada mientras los islotes del Archipiélago Chinijo y el Risco se dejan pintar por la luz ahora que César ya no está.

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