Las imágenes dantescas del pueblo sirio huyendo de su país nos han conmovido. Estas escenas desgarradoras nos impulsan a ser solidarios con un pueblo que huye de la barbarie como si del mismo infierno se tratara. Esta solidaridad tan repentina de la Unión Europea, en concreto de los países centroeuropeos, me llama la atención y me hace reflexionar si hasta para ser inmigrante y refugiado de guerra existen categorías. Desde hace casi dos décadas, el sur de Europa sufre esta oleada de refugiados que intentan llegar a las costas de nuestro país y del sur de Italia buscando un futuro más prometedor convirtiendo el Mediterráneo en un verdadero cementerio. Estos refugiados no eran un problema de la UE, sino en concreto de España, Francia e Italia. Quizás lo que hoy vemos como una tragedia para el pueblo sirio es un futuro prometedor para una Europa ya madura, con una población que envejece cada día más y que en breve necesitará una mano de obra cualificada para pagar las pensiones de miles de alemanes y austriacos, y así poder disfrutar de sus inviernos cálidos en nuestras islas. Cosa que me parece muy acertada, por otro lado. Este nuevo prototipo de refugiado mayoritariamente habla inglés, tiene una formación bastante cualificada y dista mucho de los inmigrantes que hasta ayer mismo llegaban en patera a las costas de nuestra isla. Estaremos ante una gran oportunidad de creación de puestos de trabajo para profesores en las escuelas alemanas, en los supermercados e incluso en la construcción de viviendas de un pueblo que envejece a pasos agigantados.
