No lo puede evitar. Las historias se agolpan en su mente, que es tan metódica como creativa. Pasea de un lado a otro de su estudio encajando las piezas de sus relatos, como si su consciente necesitara ejercitarse físicamente, y cuando encuentra el hilo para tejer su argumento se sienta y escribe... y respira. Porque para Christian Santana Hernández (Las Palmas de Gran Canaria, 1975) "escribir es respirar. Necesito sacar todo lo que llevo dentro, compartirlo con este mundo del que tanto aprendo". Tras el éxito de ventas de La ratonera de Van Gogh (Anroart, 2014), su primera obra de ficción, presenta el día 10 de diciembre, a las 20.30 horas, en el Gabinete Literario; y el 17 de diciembre en la Sala MAC de Santa Cruz de Tenerife, a las 20.00 horas, la segunda parte de su trilogía Trazos del destino, donde embarca al lector en una montaña rusa preñada de museos, ciudades y bandas sonoras, tras los pasos de Arthur Christmas, un joven obsesionado con el arte que se ve atrapado en un laberinto que esconde múltiples peligros. Arthur ama, Arthur sufre, Arthur... quizá no es lo que parece.
Santana siempre agradece a sus padres, Carmelo y Mary Luz, que en su adolescencia pusieran en sus manos un ejemplar de Hamlet en el idioma original de su autor, William Shakespeare. Desde aquel mágico momento, ha dedicado gran parte de su vida a desentrañar, casi a deconstruir, al Cisne de Avon, hasta el punto de sostener que sus obras fueron creadas por más de una mano. Ese dominio del gigante inglés, que demuestra en su obra Shakespeare: un mundo de amor y locura (Anroart, 2010), y que en breve le llevará a doctorarse en la Literatura Inglesa del Renacimiento, marca cada matiz de los personajes de Trazos del destino, donde Christian Santana despliega su intenso conocimiento de la condición humana. "Shakespeare me ha marcado en todo. En mi manera de reírme de mí mismo, de apreciar el patetismo de quienes se creen mejores; en el cariño ante la humildad de los genios silenciosos, y en la emoción que nos recuerda que somos de carne y hueso como siente Hamlet".
La honestidad creativa de este grancanario que adora Londres, ciudad en la que vivió 17 años; Salinetas, rincón que le evoca su feliz infancia; y al Atlético de Madrid hace que deje su piel en los personajes que crea. "Cada poro de ellos soy yo, porque entro en sus entrañas, brillo con sus sonrisas y escupo su odio". Esa pasión envuelve la trilogía Trazos del destino, "un sueño hecho realidad" que se lee y que corta el aliento.
