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Reportaje

Portadores de sueños

Una niña sigue los pasos de 'Rony', 'Arturo' y 'Chica' sobre la arena de las dunas de Corralejo Carlos de Saá

La mirada socarrona de los camellos oculta un carácter inestable. Estos animales pueden dejarte fuera de combate de varias maneras: de un mordisco, golpeando con la cabeza o con sus cuatro patas y aplastándote contra el suelo con su pecho huesudo. El macho en celo, además, es capaz de escupir una saliva cáustica que huele como el mismísimo infierno y que puede quemar la piel y la ropa, según explica el escritor majorero Andrés Rodríguez Berriel. No obstante, la figura desgarbada del camello es parte indispensable del imaginario de estas fechas. A sus lomos cabalgan los Reyes Magos de Oriente y con ellos el anhelo de un deseo cumplido.

Rony, Arturo y Chica dejan su huella entre las dunas de Corralejo, al norte de Fuerteventura, mientras una niña sigue su estela en una tibia y soleada tarde de diciembre. Difícilmente podíamos encontrar una imagen más simbólica y que resuma mejor lo que supone la mañana de Reyes. Los magos de Oriente aparecen citados en el Evangelio de Mateo como los misteriosos personajes llegados de tierras lejanas para obsequiar al recién nacido Jesús de Nazaret con oro, incienso y mirra. En ningún lado se especifica que fueran tres ni se citan sus nombres. Tampoco se especifica que fueran realmente monarcas de reino alguno ni que vinieran en camello. Pero desde hace siglos ya no se han bajado de ahí. Y mucho menos en Canarias.

"Hay que tenerles respeto, pero los que nosotros llevamos a trabajar son mansos y están adiestrados", matiza Roberto Alonso Gutiérrez (Camel Safary), propietario de una recua de camellos en Los Risquetes de Villaverde (La Oliva, Fuerteventura). Los dromedarios muestran su lado más amable como estampa turística y como factor clave a la hora de configurar paisajes agrícolas, así como antiguo elemento curativo por los efectos medicinales que se atribuían a su corcova.

Su llegada a Canarias y en concreto a Lanzarote y Fuerteventura es poco conocida. Según ha revelado el investigador Francisco Fabelo, "venían nadando desde África, amarrados a un costado de las embarcaciones y aprovechándose de la flotabilidad que proporcionan sus estómagos y el cierre hermético de sus fosas nasales". Pero no era un viaje fácil para ellos. Al pisar tierra quedaban a la vista las marcas de mordeduras de animales marinos.

El día que los corsarios ingleses 'se jorobaron'

Diversos estudios apuntan que el camello canario o majorero, un animal más fuerte y compacto, podría ser en realidad un descendiente de la variedad morisca. Ambos han jugado en cualquier caso un papel fundamental en la historia de las islas orientales. Los corsarios ingleses vieron frenadas sus rapiñas en Fuerteventura en 1740 y en Lanzarote en 1762 cuando majoreros y conejeros crearon sendas barreras de camellos que jorobaron sus poco amistosas intenciones.

El atardecer incendia el cielo. Roberto y sus camellos se pierden entre las dunas de vuelta a los corrales. Quedan atrás sus huellas mezcladas con unos pasos ilusionados. n

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