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De vicio

La partitura de Candelaria Rodríguez-Afonso

El mascarón de proa del Festival de Música de Canarias, su directora, habla de sus gustos detrás de las bambalinas del Auditorio Alfredo Kraus

Candelaria Rodríguez-Afonso en el Auditorio Alfredo Kraus. Quique Curbelo

La vida de Candelaria Rodríguez-Afonso es una partitura interpretada con suma pasión. La música envuelve sus días y sus actos de un modo que podría parecer casual pero que no lo es en absoluto.

La directora del Festival de Música de Canarias llega a la cita en el Auditorio Alfredo Kraus vestida con un traje negro. "Es un color con el que me siento a gusto. Creo que a determinados actos hay que ir elegante. Eso sí, para el trabajo de fondo me gusta ir con unos pantalones negros y unas botas Panamá Jack, con un estilo elegante pero también sólido y resistente para pisar fuerte en la vida", con esa contundencia exquisita con la que suenan la Quinta Sinfonía de Beethoven, la Resurrección de Mahler o la Overtura 1812 de Tchaikovsky.

Su existencia comenzó a moverse bien pronto entre los límites de un pentagrama, desde que veía por la tele de niña el Concierto de Año Nuevo de Viena y soñaba con vivir allí, algo que hizo para estudiar música. Candelaria ama Viena.

"Yo quería estar allí, en el escenario principal donde se había desarrollado esa parte de la música que tanto me apasiona", explica.

Aprendió a disfrutar del "sonido del silencio" en los cafés de la capital vienesa. En estos templos de la calma donde el tiempo se detiene, Candelaria ha compartido mesa con Thomas Bernhard, novelista, dramaturgo y poeta que, como ella, también estudió violín. Otra casualidad...

Ante los manteles, Candelaria regresa al libreto. "Me pasa como con la música. Quiero probarlo y saborearlo todo. Me gustan los platos ligeros y los productos al horno y abogo muchísimo por la agricultura ecológica y la defensa del medio ambiente", sentencia.

En su mapa de restaurantes aparecen, por supuesto, varios de Viena que "están casi igual" que cuando los frecuentaba Mahler.

Pero hay otro muy cerca del Auditorio, en primera línea de Las Canteras, que permite disfrutar del incesante concierto de gentes, mareas y atardeceres. "Se llama La Bikina y le he cogido mucho cariño. Tiene algo cálido y acogedor", precisa. La Bikina es también, por cierto, el título de una famosa ranchera mexicana, por si alguien echaba de menos una referencia musical en el menú.

En los vinos se decanta por cualquiera de los "excelentes vinos blancos que se están haciendo en todas las islas". Y para despejarse siempre tiene a mano el café italiano de illy, marca que presume de "estimular la creatividad".

Candelaria escribe con estilográfica al mismo tiempo que trabaja con su MacBook. Uno de sus libros preferidos es Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino, cuya escritura ha sido equiparada con el free jazz. Sin música cerca no habría Candelaria.

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