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Viajes

Salto al ayer en el mar de Savu

Lucía y Gersón viajaron a 14.000 kilómetros de distancia de Canarias para retratar el ancestral modo de vida de una comunidad de la isla de Lembata, en el triángulo de coral de Indonesia

Salto al ayer en el mar de Savu

Entre el último día de abril y el amanecer de mayo el fuego se enciende sobre la arena de Lamalera, un poblado de poco más de dos mil habitantes en la isla de Lembata asomado al mar de Savu, en la zona sur del triángulo de coral indonesio. Miles de velas agrietan la profunda oscuridad de las noches del paraíso sostenidas por niños, mujeres y hombres. En sus ojos brilla una fe mezcla de catolicismo y creencias ancestrales. La temporada de caza de la ballena está a punto de comenzar y el ritual que marca su arranque se repite desde hace siglos. La comunidad tiene permiso para esta práctica por su carácter de supervivencia y por la utilización de métodos absolutamente tradicionales y artesanales. La veintena de kotoklemas (ballenas de la variedad Sperm Whale en el dialecto local) son la base de su sociedad, de su economía y de su razón de ser y de estar en el mundo. Por eso la esperanza que se adivina en sus ojos centellea tanto o más que las propias candelas.

Hubo más miradas encendidas en este asentamiento que parece vivir gracias a una bula en la tierra de nadie existente entre el imperio del océano por un lado y el de los espesos bosques selváticos por otro. Una de esas veladas de Lamalera contó en efecto con dos testigos que viajaron a lo largo de 14.000 kilómetros para cubrir la distancia existente entre Canarias e Indonesia. El fotoperiodista freelance y fotógrafo documental Gersón Díaz (Arrecife de Lanzarote, 1977) y Lucía Echeberría (San Sebastián, 1984), graduada superior en audiovisuales y fotografía artística, vivieron durante tres meses en este lugar dentro de un proyecto fotodocumental de carácter sociológico y antropológico. Fue en cierto modo un viaje al pasado porque el sitio mantiene "una cultura, una identidad y unas tradiciones heredadas desde hace siglos".

También cientos de años atrás tuvo lugar el cataclismo que parió a Lamalera. "El origen de esta aldea viene determinado por un tsunami que hizo desaparecer la míticas islas de Lapan y Batan, cuyos habitantes eran conocidos por ser cazadores de ballenas. Una vez desaparecidas sus islas decidieron buscar otro lugar para vivir y cuentan los habitantes que una gran ballena guió a tres barcos hasta lo que hoy se conoce como Lamalera. Esos tres barcos llamados Peledang aún permanecen en la playa y cuando es necesario salen a navegar. Los barcos poseen un carácter místico relacionado con todos los antepasados que los utilizaron y con el clan que posee la embarcación", explican los viajeros, habitantes a su vez de otra isla, Lanzarote, donde en ocasiones irrumpe también el bufido de algún cetáceo.

Un pequeño grupo de niños alcanza el final de un saliente de rocas frente al mar. Uno tras otro se impulsan tras una breve carrera y lanzan al aire sus delgadas figuras asiendo un arpón de bambú. Es la última imagen que se ve de ellos antes de ser tragados momentáneamente por las aguas. Practican para el único futuro que se sigue atisbando en Lamalera. Aunque Lucía y Gersón percibieron algo en esta cultura del trueque donde los más pequeños siguen soñando con ganarse la vida poniéndola en peligro entre titanes. "La modernización se abre paso y poco a poco este estilo de vida y esa cultura empiezan a transformarse al precio de ir perdiendo retazos de una cultura única", dicen.

Mientras cristaliza o no el cambio, hay elementos que permanecen inalterados. "No existe nada en el barco que no sea madera o bambú. Cada barco tradicional está construido como un puzle de piezas, colocadas asimétricamente y que van encajando y distribuyendo la fuerza y la presión, a fin de poder resistir los coletazos de la ballena. Su vela está hecha con hoja de palma trenzada, de manera que cuando el viento es demasiado fuerte, pueda pasar entre el enlazado, y no vuelque. En la parte de la proa, destaca una especie de trampolín donde se sitúa el arponero. Este tipo de caza es extremadamente peligrosa y difícil, llevando incluso a la muerte a algunos de los cazadores", ilustran.

Lamalera está acostumbrada a medirse con gigantes. Ahora su reto es el acelerado reloj del siglo XXI. n

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