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Miguel Ángel Parramón: "Si la compañía es agradable, cualquier plato se convierte en maravilloso"

El juez Parramón y Luz Cappa durante su encuentro en el restaurante Ribera del Río Miño. Quique Curbelo

Más allá de su labor como uno de los jueces más conocidos de Canarias, detrás de Miguel Ángel Parramón se adivina un hombre cercano, emotivo, humano, sorprendente, alegre, con un humor inteligente y, sin duda, un gran conversador. Acude a nuestra cita para hablar de comida y sensaciones puntual y perfecto, con su traje de chaqueta impecable, sus gafas Prada y su eterna sonrisa. Un madurito con encanto otoñal, como a él de broma le gusta definirse, y por supuesto, un amante de la buena mesa que sabe apreciar la brillantez de lo sencillo.

"Mis padres tenían una carnicería -recuerda-, y cuando estudiaba COU mi madre se puso enferma y tuve que trabajar todo el curso en el negocio familiar. Era una actividad durísima, con unos horarios tremendos, los sábados tenía que entrar a las 4 de la madrugada y estar ahí todo el día. Creo que a todos los jóvenes de este país, les vendría bien hacer un trabajo así para promover un estudio más eficaz", me dice entre risas. "¿Te parece más duro ser carnicero que ser juez?, le pregunto, y me contesta que a nivel físico sí, pero que lo más duro de ser juez es la toma de decisiones cuando entran en juego las libertades de la persona.

Amante del deporte. Al verlo así, tan delgado y en forma (le encanta correr por la playa de Las Canteras y ahora por Vecindario, un mundo multicultural y poliétnico al que le ha encontrado un encanto especial), cuesta creer que de pequeño fue un niño y un adolescente entrado en carnes. "De los 20 a los 30 años conseguí bajar de peso porque siempre estaba haciendo dieta, hasta que aprendí a comer de forma saludable y me enganché al deporte.

Como suele suceder con la mayor parte de las cosas importantes en la vida, su evolución culinaria vino de la mano del amor. "Reconozco que antes de conocer a mi mujer, Elena, sentía una animadversión hacia los hidratos de carbono por miedo a engordar, pero ella me ha demostrado que no es cierto si se hace de forma correcta. También le debo el descubrimiento de la pasta y de la cocina italiana". Con la edad, reconoce que sus gustos han evolucionado. "Antes era mucho más de carne, seguramente por tradición familiar, pero ahora la carne es más para compartir, aunque pienso en un chuletón de 400 gramos y se me pondrían los pelos de punta, en el caso de que tuviese (risas)".

Le encanta un picoteo entre amigos con un buen vino, un menú degustación en algún rincón romántico con su mujer, o simplemente celebrar lo cotidiano con la gente que quiere. "Si me das a elegir entre la cocina evolucionada de los grandes chefs y la de producto, prefiero los platos sencillos, como este cocido madrileño y este buen jamón que estamos comiendo en Ribera del Río Miño".

Pan tumaca y la tortilla de su abuela. Como buen catalán, adora el pan tumaca, y si le pregunto por un sabor de su infancia, esos que te hacen saltar las lágrimas de emoción, y me dice que la tortilla de papas de su abuela, jugosita y con las papas hechas a fuego lento, con mucho cariño, casi idéntica a la que ahora le hace su mujer, curiosidades del destino. Hoy, el plato del día en Ribera del Río Miño es un impresionante cocido madrileño. Tero, que nos conoce perfectamente a los dos, nos trae un plato de jamón ibérico, y sigue con unas gambas de Huelva a la plancha. La espectacularidad de lo sencillo. El vino también nos sorprende, un albariño Esencia Diviña deliciosamente afrutado que nos abre el alma y nos hace celebrar esos placeres que nos ofrece la vida. ¿Cuando tienes hambre qué te pide el cuerpo?, le pregunto a Parramón, y su respuesta me sorprende: "una ensalada de pasta corta, con tomate rallado, un poco de azúcar, sal, aceite de oliva extra virgen, aceto balsámico y surimi. Soy un apasionado de las ensaladas y los aliños y de la comida japonesa, tan saludable y digestiva".

"Hago la mejor salsa de tomate del mundo". Sé que es también un cocinilla, que le encanta meterse entre calderos y hacer sus pinitos culinarios. "Creo que hago una de las mejores salsas de tomate del mundo, y el punto es encontrar el equilibrio perfecto de azúcar para matarle la acidez. Antes me encantaba la cocina catalana, que tiene mucho de francesa, pero al conocer a Elena me he convertido en adicto a la cocina italiana, creo que la albahaca es absolutamente maravillosa, por eso le pongo mucha a mi salsa de tomate". Y el dulce?, ¿eres goloso?, y confiesa que es adicto al chocolate negro, sobre todo a unas rocas de cereales Special K bañados con chocolate negro que ríete tú de las pastelerías.

Una vez hizo un curso de cocina tecnológica, con esferificaciones, y le pareció divertido, pero donde se ponga lo tradicional... "He estado en el Bulli y se come bien, pero confieso que mi experiencia gastronómica más memorable fue aquí, en una cena romántica con mi pareja".

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