El objetivo de la cámara, un lienzo, un folio, el barro, encuentran en Canarias mil y una razones para convertirse en piezas únicas, en obras de la producción de artistas que buscan expresar lo que son, sienten y padecen a través de sus manos. Pero la misma tierra fecunda que pare artistas es una tierra yerma que ahoga artistas: creada la obra, la obra se queda en casa. Una vez más, el Régimen Económico y Fiscal (REF) sirve de yugo y horca a la evolución, en este caso cultural, impidiendo, obstaculizando que la belleza de un artista pueda ser admirada, valorada y comprada fuera de Canarias. Pocos son los afortunados que bajo subvención institucional, muchas veces instrumental y cuestionable, acceden a un trozo de pared en una galería peninsular. El resto, si aspira a un mercado exterior, debe admitir que su obra es tratada como bien comercial y no cultural, por lo que a los gastos de empaquetado y envío debe sumarles aranceles y un rosario de trámites que suponen un gasto económico, de tiempo y moral que deja vacíos los bolsillos, las aspiraciones y el alma del artista. Nuestros creativos no pueden ser mendigos, ni contrabandistas, ni delincuentes de estraperlo para que un lienzo enrollado o una escultura en una maleta lleguen a Barajas o a El Prat. Y valoro, apoyo y admiro a una Saro León que desde su galería ha luchado contra los apoyos caprichosos, a la Asociación Islas Canarias de Artistas Visuales, con mi admirado Manolo González entre otros, por ser Ulises en esta Odisea o al concejal Samuel de León por su iniciativa de #alasalarte en change.org. No podemos seguir viviendo de Manrique, es justo y necesario que estemos en el circuito de arte nacional por derecho y con el apoyo de un REF y una Ley que superen su insensibilidad y su trastorno de déficit de atención cultural.
