La madurez del viajero comienza cuando tienes la necesidad de obtener nuevas experiencias del lugar que visitas. Una necesidad imperiosa de pasar desapercibido como turista y convertirte por unos días en ciudadano del destino. El binomio entre convertirte en un ciudadano más y la curiosidad de explorar un nuevo destino te lleva a decidirte por una vivienda al estilo más singular del lugar. En los últimos años, esa curiosidad me ha llevado a elegir áticos, casas solariegas, apartamentos en rascacielos, casas de montaña, etcétera, dependiendo del estilo de la ciudad así como del oriundo del lugar en el que te quieres convertir. Digamos que te conviertes en el protagonista de una película, de tu película durante unos días. Este tipo de turista gasta más que un turista tradicional. Llamo tradicional al tipo de turista que llega a nuestra isla paquetizado como si de una fábrica se tratara. La singularidad de este nuevo y exigente turista no solo se produce por la vivienda, sino también por el alto consumo que realiza de los productos tradicionales del lugar que visita. Se trata de un turismo cultural socialmente hablando con un perfil exigente del destino. Lamentablemente en nuestras islas este formato de turismo es ilegal. Podemos decir que son turistas furtivos, que al igual que las empresas que desarrollan esta actividad si decidieran establecerse en nuestras islas se convertirían en infractoras de la ley. ¿Acaso no somos capaces de ver que existe un nicho de mercado que se nos escapa?
