El pan es una auténtica maravilla, es el sabor y el olor de la infancia". Estas palabras de una novela de Julia Navarro nos son familiaJuan Santiago Chef y asesor gastronómicores a muchos de los que nacimos durante y antes de los 80. Nuestras meriendas se basaban en una buena hogaza de pan casero relleno de casi cualquier cosa. Como ejemplo pongo una de mis favoritas, que era un pan recién horneado con una tableta fina de chocolate, quizás uno de los mejores momentos del día. Qué tiempos aquellos donde el pan se hacía con cariño, masa madre, doble fermentación y cocinado en horno de leña, ese pan que incluso al día siguiente estaba aún mejor. Con el furor de las franquicias de panadería, encontramos algo parecido a pan, porque es solo una mezcla de harina, levadura, agua y sal, pero no es pan, no sabe bien, no está crujiente y no se disfruta al comer. La guerra de precios ha hecho que olvidemos los sabores de la infancia, esos que al cerrar los ojos nos trasladan a otro lugar. Cada vez es más difícil encontrar productos como los de antes, pero con el pan es casi una guerra perdida, un alimento presente a diario en nuestra dieta y que sea tan difícil encontrarlo de calidad... Pocos son los panaderos que se levantan a las cuatro de la mañana para bolear y darle la segunda fermentación a tan preciado producto, como bien hacen en la panadería artesanal Amaro en Ingenio. Envidio a los franceses, que no dejan llamar panadería a ningún establecimiento que no haga pan casero de forma tradicional. Como todo romántico de la gastronomía, tengo la esperanza de que los sabores caseros de nuestra infancia volverán, solo espero que sea pronto.
