La Provincia - Diario de Las Palmas

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Escribe un autónomo. Partir de esta premisa es fundamental para legitimar, entender, comprender y apiadarse de lo siguiente: Necesito vacaciones. Pero de las de verdad. ¿Existe este estado en la vida de un autónomo? Yo les adelanto la respuesta: No. Cuando nos autoengañamos y decimos que nos vamos de vacaciones, lo primero que ponemos en la maleta es la culpa por estar unos días sin producir; después, la responsabilidad de saber que tenemos que pagar los impuestos más altos de la Comunidad Europea y una gran parte del equipaje la ocupa el miedo de que nuestra ausencia nos quite un cliente. Podemos olvidarnos de la ropa interior, pero jamás del cargador del móvil por si llega la llamada esperada, o la inesperada, y elegiremos el hotel con wifi y compraremos todos los megas posibles por si la red no es potente o no llega a la piscina. Lo confieso. El autónomo te dirá heroicamente que deja el portátil, pero ocultaremos entre las camisetas la tableta porque el aislamiento es nuestro peor compañero de viaje. Antes de cerrar la maleta, el autónomo activa el modo de omnipresencia y nos desdoblamos permitiendo que nuestro cuerpo pueda pasear por París o tostarse bajo el sol en Famara, mientras nuestra mente se queda en la mesa de trabajo o detrás del mostrador. El autónomo no sentirá la depresión posvacacional al volver porque nunca nos vamos del todo. Querido 2017: Mientras sueño con ese edén de descansar y que te paguen, me conformo con una revisión del régimen fiscal del autónomo que se actualice, se personalice, flexibilice, solidarice y que me libere de cargas aunque fuese una semana al año. Mientras tanto, envío este texto a redacción, reviso el correo y bajo antes de que el servicio de desayuno termine

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