La Provincia - Diario de Las Palmas

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Mirtha

Mirtha

Reconozco que mi mitomanía me lleva a descubrir nuevas divas que aumentan mi grupo de mujeres admiradas. Para que se sumen conmigo a la “Mirthamanía” les daré algunas cifras: Mirtha Legrand es presentadora de un programa en Argentina que lleva más de 40 temporadas en antena, ocupa el top 5 de la audiencia, está dentro de las 10 mayores fortunas de su país y la cifra más interesante: acaba de celebrar su 90 cumpleaños. Han leído bien: la gran dama de la televisión argentina tiene 90 primaveras. El secreto de este éxito es uno: odio. Mirtha es odiada. Me gustaría decir que su trayectoria y su fama se deben al amor de su público, que también, pero su verdadero maná es el odio que a lo largo de tantos años le han escupido sus competidoras, los invitados que nunca fueron llamados a su mesa y los que fueron a su mesa pero se sometieron a las preguntas capciosas y mordaces de una presentadora que se refugia en una eterna melena rubia, en haber sido actriz y en ser la madame de la élite bonaerense. Si Ana Rosa y Teresa son reinas o al menos eso se creen, Mirtha es emperatriz, jequesa, diosa que alimenta la veneración de sus fieles con estilismos de Swarovski, de encajes y guipur a las 12 de la mañana para presidir su almuerzo. En los foros políticos la tachan de cómplice del régimen de Pinochet, de ser el gran azote de los Kirchner o amiga íntima de Macri. En las tertulias de corazón hacen ranking de sus inconfesadas intervenciones estéticas, de los secretos familiares que ella oculta y de una anunciada retirada que no cumple. Mientras, la Chiqui Legrand sigue yendo cada noche al teatro, leyendo cientos de libros, haciendo poco ejercicio. Ella sigue ahí, fuerte, regia, por encima de lenguas y puñales. Dios salve a la Legrand.

*Ángel Pérez - Igualmente Produce

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