Licenciado en Bellas Artes y con más de cuarenta exposiciones individuales y colectivas, César Rodríguez es un palmero que siente una atracción fatal por la atmósfera de las cafeterías y los bares. Allí encuentra sus dos fuentes de inspiración: la falta de luz y el brillo del cristal. El bodegón siempre ha formado parte de su expresión, de ahí su fascinación primero por las cafeterías que dieron paso a los bares donde encontró manchas más oscuras, más intimidad y la configuración de un bodegón nocturno que reduce la atmósfera del local a los vasos y las botellas de las bebidas, y se centra en un enfoque directo en la copa de ginebra.
En la ginebra ha encontrado una cultura inmensa de variedades de color y de rastro de luz porque cada casa, cada una de ellas por su color o por cómo y dónde se sirve le ofrece particularidades: Si la ginebra es azul, si el lugar donde se sirve tiene una luz más cálida o más fría dan un reflejo o un destello diferente en la copa. Es importante también el aderezo con el que se sirve: naranja, limón, especias, flores, hielo que aportan contrastes y matices fantásticos. Confiesa que le apasiona el cristal, los reflejos y los destellos y al mismo tiempo se considera tenebrista porque disfruta con la falta de color y la penumbra, de ahí que su obra pueda tener la luminosidad del cristal pero dentro de un ambiente oscuro. Consciente de las limitaciones en los espacios expositivos de La Palma, valora iniciativas como la Galería García de Diego, en Los Llanos de Aridane, o la Galería O´Dally, en Santa Cruz de La Palma, pero demanda nuevos lugares y el apoyo de las instituciones para que el talento palmero pueda mover la obra en salas del resto de Canarias o Península.
Mientas tanto, la ginebra no ha terminado de agotarse y se abre a la hiperrealidad, a la mezcla de materiales que hasta ahora no había utilizado y a formatos en grandes dimensiones que permitan ver un trabajo más exhaustivo.
