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Escapada

Titanes en un mar de nubes

El actor canario Iriome del Toro en los alrededores del Pico del Bejenado, en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en La Palma.

Titanes en un mar de nubes

Iriome del Toro es un canario -otro- enamorado de la isla de La Palma, donde reside desde hace casi dos años con su pareja, la también actriz Naira Gómez. El actor ha participado en Palmeras en la nieve, dirigida por Fernando González Molina; Las cartas de Malex, de Carlos Reyes Lima; e Invasor, de Daniel Calparsoro, y desde la bella isla compagina sus trabajos en proyectos teatrales o cinematográficos con su labor docente.

"Cuando uno trata de buscar un lugar especial en un paisaje tan único y variado como la isla de La Palma", confiesa, "la aventura se torna una odisea. Sobre todo, porque cada rincón de esta tierra emana algo mágico que se apodera de ti, que te atrapa y no te deja ir, y esa fuerza que desprende la isla llega para quedarse en tu interior colmándote de vida. ¡Qué difícil elegir! ¡El gran dilema! Pero bueno...", responde el obediente intérprete, que siempre se presta a cualquier proyecto cuando se aborda de manera profesional. Del Toro es habitual en los escenario canarios, donde se le ha podido ver en títulos como Don Juan Tenorio en Vegueta en varias ocasiones y ha sido ayudante de Dirección en A orillas del Spoon River.

Su relación con el Pico del Bejenado nace hace algunos años atrás, cuando viajaba a La Palma para participar en algún rodaje de Mercedes Afonso "y lo veía desde la terraza de la casa de mi amiga, ahí, a lo lejos, erguido en el horizonte como un viejo titán que había visto a la vida misma hormiguear bajo sus enormes pies€ impasible. En esa época", rememora el también protagonista de la Bella Durmiente El Musical, de Clapso Producciones, "nunca pude acercarme lo suficiente". El Pico del Bejenado y todo lo que lo rodea, cuenta el actor sobre qué le lleva a elegir este enclave palmero, "te sacude de un golpe el estrés, la fatiga y el cansancio acumulado que las intensas jornadas de trabajo te dejan en el cuerpo. Allí, el tiempo se estira hasta casi hacerse pedazos; allí el asfalto y el cemento han pasado a mejor vida y solo queda su vibrante silencio. O al menos, así lo vivo yo€"

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