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Cine

Lumière! Le cinéma inventé

El 19 de marzo de 1895, los hermanos Lumière, Louis y Auguste, rodaban en su fábrica de Lyon la primera de sus películas

Auguste Lumière, fotografiado por su hermano Louis en 1888. INSTITUT LUMIÈRE

El 19 de marzo de 1895, los hermanos Lumière, Louis y Auguste, rodaban en su fábrica de Lyon la primera de las 1422 películas que produjeron hasta 1905. Mostraba una masa de obreros, hombres y mujeres, casi todos a pie, alguno en bicicleta, saliendo por el portón de un hangar al final de la jornada. Tres días después, el 22 de marzo de 1895, lo proyectaban por primera vez en París, de forma gratuita y a un público selecto, en el marco de una presentación del invento llevada a cabo por el patriarca, Antoine Lumière. Más presentaciones se hicieron por el país hasta que a finales del ese mismo año se realizó la primera proyección abierta al público previo pago de entrada. Fue el 28 de diciembre, un sábado, en el Salón Indio del Grand Café, en el número 14 del bulevar de Las Capuchinas de París. Hoy ocupa el lugar el lujoso hotel Scribe. Para conmemorar la efeméride, el Instituto Lumière exhibe la exposición Lumière! Le cinéma inventé en la capital de Francia. Hasta el próximo 14 de junio puede verse en el Grand Palais, al principio de los Campos Elíseos. La edificación fue construida justamente para el evento que supuso el triunfo definitivo de los genios de Lyon -y del cine-: la Exposición Universal de París de 1900. La muestra está comisariada por el director del festival de Cannes, Thierry Frémaux, y el crítico cinematográfico Jacques Gerber.

Nació como un invento científico, el Cinematógrafo, pero muy pronto se hizo cine: industria nada más arrancar, después arte, arrebato, entretenimiento para las masas ávidas; finalmente, un compendio de todo lo anterior. La exposición Lumière! Le cinéma inventé muestra, por primera vez, toda la producción de los Lumière, llevada a cabo entre 1895 y 1905, aunque del total de 1422 filmes, una a una solo se pueden ver las 150 que han sido restauradas en soporte digital 4K. Las otras 1272 se muestran en un mosaico sobre una pantalla de seis metros de alto. Cada filme Lumière dura poco menos de un minuto. Su filmografía completa suma veintitrés horas. Entre mayo y junio de este año está previsto poner a la venta, por primera vez, estos 150 filmes restaurados. Será en soporte Blu-Ray y DVD. En el mismo mosaico se intercala, además, la película inaugural, Sortie d'usine (Salida de la fábrica, 1895). El hangar por el que salen los trabajadores se conserva hoy, es la Rue du Premier Film (calle de la Primera Película). Para esta exposición se invitó a cineastas contemporáneos (entre ellos, Quentin Tarantino, Xavier Dolan, Pedro Almodóvar, Paolo Sorrentino y Michael Cimino) a filmar su réplica del filme, en plano fijo y desde idéntico emplazamiento.

Cambió el mundo

Precisamente el filme Salida de la fábrica, proyectado debajo de una luz de neón blanca con el título de la exposición, recibe al visitante tras dos citas alusivas al significado y sentido del cine del director Wim Wenders y el filósofo Jean-Paul Sartre. A continuación, los orígenes de la proeza. Provenientes de una familia modesta -seis hermanos, padre viticultor, Antoine, y madre lavandera, Jeanne-Joséphine- todos se mudaron de Besanzón a Lyon, en el este del país, huyendo de la guerra franco-prusiana de 1870. Con el tiempo, cuatro de los hermanos se casarían con otros tantos hermanos y hermanas de la misma familia, los Winckler. Los Lumière lo justificarían diciendo que era la forma de que la familia tuviera una única suegra. La leyenda dice que los hermanos Auguste y Louis, los mayores de los seis, juraron trabajar siempre juntos después de superar un suceso traumático durante en la adolescencia, cuando quedaron atrapados en una oscura cueva de la costa de Bretaña por la subida de la marea.

Pero además de viticultor, Antoine Lumière era pintor y fotógrafo. La industria de la fotografía -inventada en la primera mitad del XIX- estaba en auge y el patriarca abrió un estudio fotográfico que funcionó entre 1871 y 1885. De Antoine heredaron los hijos la fuerza emprendedora y creativa. Louis Lumière, nacido el 5 de octubre de 1864, el más brillante de los dos, inventó con diecisiete años un novedoso sistema de revelado instantáneo con placas, las "Etiquette bleue". Fueron el revulsivo para que la modesta empresa familiar se convirtiera en 1892, tres años antes del invento del Cinematógrafo, en la primera industria europea en fabricación de placas fotográficas y la segunda a nivel mundial, solo detrás de la americana Kodak. Con el sistema, la fotografía dejaba de ser, por primera vez, asunto exclusivo para profesionales. La empresa Lumière de Lyon fabricaba también el papel fotográfico y los productos químicos necesarios.

La capacidad de capturar la realidad, en el sentido de cazarla -no solo representarla como hacía la pintura-, fue el gran avance que trajo consigo la fotografía. La ambición que está detrás del nacimiento del cine era ser capaz de dar aliento, vida, a esas nuevas imágenes fijas que empezaban a multiplicarse. Es decir, hacer que se movieran. El fenómeno de la persistencia retiniana, descubierto por Leonardo Da Vinci en el Renacimiento, ya había demostrado que si se pasan una serie de imágenes fijas a una determinada velocidad delante del ojo , el cerebro lo recibe como una única imagen que parece estar en movimiento. Fue el principio que artistas y científicos siguieron para desarrollar técnicas y dispositivos que lograran reproducir el movimiento. La primera parte de Lumière! Le cinéma inventé muestra estos dispositivos desarrollados, entre otros, por el francés Demeny y los ingleses Marey, Muybridge y Edison durante el siglo XIX.

La Linterna Mágica, el Taumatropo, el Fenaquistiscopio, el Zootropo, el Praxinoscopio, la Cronofotografía, el Kinetógrafo y el Kinetoscopio se pueden ver -y en algunos caso manipular- en el Grand Palais. El Kinora Lumière es una versión reducida del Kinetoscopio de Edison, pensado para un único espectador. Otros como el Estereoscopio, reproducción de fotografías en relieve, señalan la obsesión por la búsqueda de la reproducción exacta de la realidad. Especialmente llamativo es el caso del Fusil de Marey, con forma de escopeta y un cañón de mayor diámetro que lo habitual, capaz de efectuar un disparo de doce imágenes por segundo allí donde se apuntara. Gracias a este extravagante artilugio se pudo descomponer el vuelo de los pájaros en imágenes por primera vez. Todos estos aparatos fueron la fuente de inspiración para el desarrollo del Cinematógrafo de los hermanos Lumière, el dispositivo que hará posible filmar y proyectar películas.

Esta parte de la exposición muestra, además, los carteles de las primeras proyecciones y los documentos de las patentes originales. Al respecto de los afiches, hoy llama la atención que pusieran el foco en los espectadores y no en la película. Obvio porque el reclamo no era ningún filme en concreto sino un conjunto de estos y porque lo importante, entonces, era la experiencia de la proyección. Por otro lado, el asunto de las patentes será vital, pues marcará el final de la hegemonía de los Lumière en el negocio y su regreso al ámbito solo de la fotografía. Los hermanos se reservaron celosamente la propiedad de sus inventos, pero su fulgurante éxito hizo surgir otras patentes que acabaron arrebatándoles el control. Retirados los hermanos Lumière de la carrera del cine en 1905, volvieron a la imagen fija. La inventiva no cesó. Entre otros, con la fotografía en 360 grados que se reproducía en cúpulas a seis metros de altura, películas de 70 milímetros, pruebas de cine en tres dimensiones y, el más trascendente, la Placa Autocroma o el primer proceso comercial para fotografías en color, considerado por Louis Lumière su obra maestra. Se lograba con una pantalla bañada en almidón de papa. La exposición muestra numerosos ejemplos de este invento que tenía como único defecto no poder reproducirse en serie. Lumière se mantuvo como firma hasta 1982, cuando fue absorbida por la filial francesa de la británica Ilford.

Escribir el movimiento

Un hermoso Cinematógrafo -la palabra significa literalmente la "escritura del movimiento"- precede la reproducción del Salón Indio del Grand Café parisino. Está situado en el centro de la exposición. Es el mismo aparato que se usó para esa primera proyección de pago el Día de los Inocentes de 1895. El visitante experimenta aquí la mayor emoción. Traspasa una de las tres puertas de madera blanca y cristales traslúcidos amarillos y transparentes, entre vaporosos cortinajes estampados con motivos florales, pisa un mullido suelo alfombrado, se sienta en las pesadas sillas decimonónicas, bajo grandes lámparas colgantes de candelabro y asiste a una réplica del mismo programa que se exhibió entonces en soporte de película restaurada en 35 milímetros, tal y como fue originalmente. Son un total de diez películas con motivos familiares, cómicos y vistas urbanas.

¿Qué fue lo novedoso del invento de los Lumière respecto a los dispositivos precedentes? La capacidad de registrar y mostrar el resultado en proyecciones colectivas. También, la posibilidad de tirar copias. La primera proyección de pago -a un franco la entrada, con un alquiler diario de la sala de treinta francos- congregó solo a treinta y tres personas. Pero la noticia corrió como un reguero de pólvora por la ciudad. Varias semanas después, 2500 personas pagaban cada día por asistir a aquel espectáculo asombroso. Entre ellos el mago y empresario Georges Méliès, que ofreció -sin éxito- 10.000 francos por el aparato (llegaron a ofrecerse hasta 50.000) y dejó sus impresiones para la posteridad: "Mientras duró el espectáculo estábamos boquiabiertos, atónitos, golpeados por el estupor. Cuando la representación terminó fue el delirio, todos los que estábamos allí nos preguntábamos cómo podíamos conseguir aquel resultado".

Aquel primer taquillazo demostró que el cine tenía tal capacidad de seducción entre las masas que podía convertirse en una potentísima industria. Así fue. Así es. Firmas como Gaumont y Pathé, que nacieron al calor de los Lumière con nuevas patentes, hoy siguen proyectando películas en salas de todo el mundo. Precisamente, el centro cultural parisino 104, en el norte de la ciudad, acoge en estas fechas una exposición similar con la empresa de la margarita. ¡Gaumont, 120 años! puede visitarse allí con entrada libre hasta el 5 de agosto. La exposición del Grand Palais también reserva un espacio a estos pioneros. Si Pathé y Gaumont fueron decisivos en el desarrollo industrial del nuevo medio, el director, productor y distribuidor Georges Méliès ha quedado en la historia como el primero que desarrolló sus potencialidades estéticas.

El Cinematógrafo había sido patentado el 13 de febrero de 1895. A finales de diciembre empezó a fabricarse en serie. El éxito de la primera proyección de pago de la historia lanzó a los Lumière a filmar el mundo. Desde 1897 se comercializó con numerosas mejoras. Estos aparatos serían los que llevarían los operadores que los hermanos Lumière adiestraron para filmar por todos los rincones del planeta. Un espacio significativo de la exposición se dedica a estos, comparando su trabajo con la función que realizan las webcams actuales instaladas en lugares públicos. Camus, Carré, Chapuis, Chavanon, Decorps, Doublier, Gabillat, Girel, Klein, Mesguich, Maurice, Moisson, Moussy, Porta, Promio, Sestier, Trewey, Valluy, Velle y el más célebre y talentoso, Gabriel Veyre, que después de visitar Méjico, Japón e Indochina, terminó sus días en Marruecos. Allí pasó los últimos treinta y cinco años de su vida trabajando como fotógrafo e ingeniero para el sultán.

Estos operadores -ciento veinte en total- capturaron así, por primera vez, imágenes en movimiento de los treinta y un países por donde pasaron. Las filmaron y las proyectaron, llevando a estos lugares las primeras imágenes en movimiento de otros sitios que, en muchos casos, nunca habían sido vistos. Es significativo que los operadores que más han destacado con el paso de los años eran los que menos se ceñían a las instrucciones de los hermanos Lumière. El lionés Alexandre Promio, por ejemplo, ha pasado a la historia por ser el primero en hacer un 'travelling', esto es, el desplazamiento de la cámara sobre una superficie en movimiento, normalmente sobre una plataforma encima de unos raíles. Promio colocó la cámara sobre una góndola en movimiento en Venecia para rodar el filme Panorama del Gran Canal visto desde una embarcación (1896). Los tipos de películas que filmaban y presentaban los Lumière se dividían en diez: A través de Francia; El mundo visto por los operadores; Filmes de familia; Reconstrucciones históricas; Espectáculos; Vistas cómicas; Vistas militares; Eventos oficiales; Danzas; y Deportes.

En esos años, el cine estaba pendiente sobre todo de ver cómo reaccionaba el espectador ante lo que se proyectaba. Entre las películas más buscadas en el conjunto de ciento cincuenta películas restauradas y digitalizadas que pueden verse en pantallas táctiles transparentes en la exposición, La llegada de un tren a La Ciotat (Arrive d'un train a La Ciotat) es la más demandada. Es el filme ante el cual muchos espectadores, en los albores del cine, huían despavoridos de la sala pensando que el tren que veían acercarse en la pantalla se les venía encima.

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